Virreyes de México





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Décimo primer virrey

LUIS DE VELASCO (hijo)
(Marqués de Salinas)
(1607-1611)

El 25 de febrero de 1607 se le nombró otra vez virrey de la Nueva España y tomó posesión en julio del mismo año, ocupándose de inmediato en disponer la excavación del canal de Huehuetoca bajo la dirección del ingeniero Enrico Martínez y del padre Juan Sánchez, matemático de la Compañía de Jesús. Esta obra tenía por objeto canalizar las aguas que año con año, durante la estación de lluvias, inundaban la Ciudad de México.
          En febrero de 1609 llegó a México la real cédula que prohibía en forma terminante la esclavitud de los indios, disposición que Velasco hizo cumplir rigurosamente, con gran disgusto de encomenderos y dueños de minas. Velasco, como su padre, fue un celoso defensor de los indios. En enero de ese año corrió el rumor de que para el día de Reyes se tramaba una rebelión de negros. Velasco tomó medidas preventivas y mandó de Puebla una fuerza armada para combatir a los negros cimarrones o alzados que andaban por el rumbo de Río Blanco y que a menudo asaltaban a los viajeros que iban a Veracruz. Los negros cimarrones obedecían a un jefe llamado Antonio Yanga, quien mandó un mensaje al capitán Pedro González de Herrera, jefe de la fuerza armada; que le decía que habían huido para escapar del maltrato de que eran víctimas. Velasco oyó las quejas y accedió a que los alzados fundaran una población a la que llamaron San Lorenzo de los Negros, en las cercanías de Córdoba.
          El rey Felipe III concedió a Velasco, en reconocimiento a sus valiosos servicios, el título de marqués de Salinas y el 27 de diciembre de 1610 se le nombró presidente del Real Consejo de Indias, por lo que al año siguiente embarcó hacia España a hacerse cargo de su nuevo puesto. El 7 de agosto de 1617, encontrándose muy enfermo y viejo, fue retirado de la presidencia del Consejo de Indias y un mes después murió en Sevilla. Mereció el bien de la patria.



















 
Décimo segundo virrey

FRAY GARCÍA GUERRA
(1611-1612)
          

Este religioso nació en Fromesta, Palencia, España a mediados del siglo XVI. Tomó el hábito de los Predicadores y fue prior y maestro en el convento de San Pablo de Valladolid. En 1607 se le designó arzobispo de México y el 17 de junio se hizo cargo del virreinato. Se registró en esa época un fuerte temblor de tierra que arruinó algunos edificios, sin desgracias personales.
          El arzobispo-virrey se ocupó de presupuestar los gastos que se podrían hacer en las obras del desagüe de la ciudad para evitar las temidas inundaciones casi anuales. Trató de que se les devolvieran las tierras a los indígenas, pero este intento no tuvo buen resultado ante los intereses de los encomenderos y latifundistas. También quiso arreglar el problema de la comunicación con la metrópoli, que era muy tardada por la organización de flotas para seguridad contra los piratas.
          Fray García Guerra murió a consecuencia de un golpe sufrido al bajar de su coche. Se le hicieron solemnes funerales y fue sepultado en Catedral, asumiendo el gobierno interino la Audiencia. Su labor no se dio a notar por el poco tiempo que duró en el cargo.


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Décimo tercer virrey
DIEGO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA
(Marqués de Guadalcázar)
(1612-1621)

          Este virrey nació en Sevilla, perteneciente a una familia que tenía el título de marqueses de Guadalcázar, por abolengo. Fue nombrado virrey de la Nueva España por Felipe III de quien era gentilhombre de cámara. El día 28 de octubre de 1612 hizo su entrada solemne a la ciudad de México, ocupándose inmediatamente en la obra del desagüe de la ciudad y de sofocar una rebelión de indios tehuecos en Sinaloa, para lo que envió al capitán Diego Martínez de Hurdáiz con alguna tropa y auxiliares, que lograron someterlos después de algunos combates.
          El rey Felipe III había dispuesto se contratara en España a un hombre entendido en hidrología, para que viniese a encargarse de las obras del desagüe de la Ciudad de México y se eligió al francés Adrián Boot, quien viajó a la capital de la Nueva España, hizo una revisión de las obras hechas hasta entonces y opinó que no servían, aunque se las utilizaría para desviar el río de Cuautitlán que era el que producía las inundaciones.
          El ingeniero Martínez ofreció que con 300 hombres y $100,000 pesos terminaría la obra de desviación del río Cuautitlán e impediría el desemboque de aguas en Zumpango, pero los proyectos quedaron en suspenso hasta no ser aprobados por el rey. Como la minería requería de mucho azogue o mercurio, éste era traído de España y se le repartía arbitrariamente, por lo que el virrey Fernández de Córdoba estableció el Tribunal de Tributos y Repartimiento de Azogues para regular debidamente la compra y venta de este producto. En Durango se sublevaron los tepehuanes que cometieron muchas violencias y asesinaron a misioneros y colonos, blancos, mestizos e indios, por lo que el marqués de Guadalcázar envió suficiente gente armada que los sometió y ahorcó a los responsables. Este virrey fundó las ciudades de Córdoba y Lerma. Fue explorado y pacificado el centro del país y se dio en honor del virrey el nombre de Guadalcázar a la sierra transversal de San Luis Potosí.



CASA DE AUSTRIA
Durante el Reinado de Felipe IV

          El Rey Felipe IV de España fue hijo de Felipe III y Margarita de Austria. Nació en Valladolid, España en 1605.
Fue un hombre apático y dejó su gobierno en manos del favorito, don Gaspar de Guzmán, (Duque-Conde de Olivares). Su reinado fue rico en manifestaciones artísticas y literarias. En lo político, España sufrió varias sublevaciones y perdió la supremacía que tenía en Europa.
En la Nueva España el virreinato alcanzó la madurez. Se terminaron las obras de la Catedral, se imlantaron nuevas cátedras en la Universidad, se dio especial interés a la construcción del desagüe, hubo un gran auge en las artes.
El Rey Felipe IV contrajo matrimonio dos veces, la primera con Isabel de Borbón y más tarde con Mariana de Austria. Durante su reinado envió a doce virreyes a gobernar Nueva España. Murió en Madrid, España, en 1665.

Décimo cuarto virrey
Diego Carrillo de Mendoza y Pimentel, marqués de Gélves y conde de Priego (Marqués de Gelves y Conde de Priego)
(1621-1624)
        



 Carrillo de Mendoza llegó a la Nueva España un desventurado 21 de septiembre de 1621. Su gobierno estuvo marcado por acciones mal entendidas que propiciaron, tres años después, su salida de la Nueva España. Primero fue la destrucción del dique que contenía las aguas del río Cuautitlán e interrumpió las obras del desagüe de Huehuetoca, por considerarlas muy caras.

Tuvo un grave problema con los monopolizadores del maíz, pues prohibió que siguieran imponiendo precios y comprando todo el maíz para acaparar los derechos sobre éste. Sin embargo lo que causó su partida fue el altercado que tuvo con el arzobispo Pérez de la Serna, quien llegó al grado de excomulgarlo y proclamarse el nuevo virrey. Carrillo de Mendoza salió huyendo, disfrazado como sirviente, de su palacio incendiado y partió para España, donde lo acogió Felipe IV.

Este virrey nació en el reino de Aragón y desde muy joven sirvió en el ejército, donde se distinguió por su energía, valor e inteligencia, lo que le valió ser nombrado para el Virreinato de la Nueva España; llegó a Veracruz el 21 de septiembre de 1621 y recibió el poder hasta el 8 de abril del siguiente año, ocupándose desde luego en comprar 10,000 fanegas de maíz para repartir a las clases pobres de la capital y sus alrededores, puesto que las sequías habían hecho que se perdieran las cosechas.
          Como el bandidaje en todo el territorio era terrible, el Virrey Carillo organizó una persecución activa contra los ladrones e hizo ahorcar inmediatamente a los que fueron sorprendidos en la comisión del delito. A proposición suya, el doctor Don Cristobal Hidalgo y Bandaval dió lecciones de cirugía en la Universidad de México. Mandó destruir el dique que contenía las aguas del río Cuautitlán e interrumpió las obras del desagüe de Huehuetoca, por considerarlas muy caras. Como casi todos los años, la ciudad sufrió una gran inundación que causó serias pérdidas y molestias. Como los comerciantes siempre compraban en grandes cantides el maíz para monopolizarlo e imponer precios, el virrey se opuso con energía por lo que los monopolistas lo vieron como enemigo muy odiado.
          Se produjo un grave problema después, por los abusos que cometía el arzobispo de México don Juan Perez de la Serna, tanto en lo religioso como en las actividades comerciales. El virrey lo hizo llamar para reconvenirlo, por lo que el arzobispo se sintió gravemente lastimado en su calidad religiosa y lo excomulgó. Carillo lo hizo detener y enviar a Ulúa, para remitirlo a España bajo partida. Esto originó un tumulto el 15 de enero de 1624; el pueblo enfurecido frente al Palacio, pedía la renuncia del virrey. El arzobispo, quien había logrado escapar, hizo pregonar que el marquéz de Gálves dejaba de ser virrey, que él tomaba el gobierno y nombraba capitán general al licenciado Pedro Gaviria. El virrey, con peligro de ser asesinado por el populacho enfurecido, huyó del palacio que había sido incendiado, disfrazado de sirviente, para ir a refugiarse en la iglesia de San Francisco con algunos guardias que lo seguían; allí estuvo hasta que marchó a Veracruz para embarcar hacia España, en donde fue recibido por Felipe IV que lo escuchó con atención y aprobó algunas de las medidas que tomó en contra del arzobispo rebelde, pero desaprobó otras. El Virrey Carillo Mendoza fue un gobernante recto y honrado que cuidó mucho de los gastos públicos e impidió abusos; pero sus disgustos con el arzobispo y la forma enérgica en que lo trató, hicieron que el pueblo se rebelara porque siempre éste apoyó a los religiosos y sobre todo a los frailes.









Décimo quinto virrey
Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralvo.
(1624-1635)
El estado de Nuevo León en México  se denomina “Cerralvo” en honor a este Virrey






Cuando el rey Felipe IV tuvo noticia de los motines ocurridos en México nombró como vierrey de la Nueva España a don Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralvo, de la nobleza española e inquisidor de Valladolid, dándole instrucciones muy precisas de investigar las causas verdaderas de los tumultos y castigar a quienes resultasen responsables. El nuevo virrey hizo su entrada en México el 3 de noviembre de 1624, pero olvidó el encargo principal por atender al amago de una flota holandesa que intentó apoderarse del puerto de Acapulco. Se ocupó en poner en estado de defensa a dicho puerto, para evitar que cayera en poder de los marineros holandeses o franceses, ya que España se encontraba en guerra contra Francia y Holanda. Un corsario holandés llamado Pit Hein, se apoderó de una flota de comercio española que llevaba a la metrópoli 12 millones de pesos y mucha mercadería.
          Las inundaciones seguían amenazando a México, sin que nada se hiciera en serio por contenerlas. En 1629, como se habían dejado pendientes las obras del desagüe, se produjo la peor inundación que había sufrido la ciudad, subiendo el agua hasta dos metros. Se temió que la ciudad desapareciera por completo; el tránsito se hacía en canoas y muchas familias emigraron a otras poblaciones. Las aguas tardaron cuatro años en retirarse del todo. Oficialmente se dispuso que la ciudad fuese trasladada a otro lugar fuera del alcance de las aguas de os lagos; pero como la cédula estaba sujeta a discusión del ayuntamiento y de los gremios comerciales y a éstos no les convenía, se resolvió que la capital del Virreinato continuara en el sitio de la antigua gran ciudad azteca. Lo que había propuesto el ingeniero francés Boot resultaba muy costoso y poco operativo y el ingeniero Enrico Martínez continuó la obra que había quedado en suspenso, de manera que para 1632 estuvo concluido el canal de Huehuetoca y bien arreglada la calzada de San Cristóbal sobre un bordo macizo y con compuertas para poder regular las avenidas.
          Como las incursiones de indios alzados se producían en el norte del Nuevo Reino de León, fue fundado un presidio al que se llamó Cerralvo en honor del virrey, presidio que dio lugar a la ciudad neoleonesa de hoy día.
          El marqués de Cerralvo, quien no era muy honesto en el manejo de fondos, aunque hacía mucha obra sacaba buen partido de ella y se hizo inmensamente rico. Regresó a España en septiembre de 1635 y el rey Felipe IV lo colmó de honores haciéndolo consejero de estado, gentilhombre de cámara, mayordomo de palacio y de pie del infante don Fernando y después embajador en la corte de Viena. Murió en Madrid, en junio de 1652.
Escudo
Forma portuguesa y/o francesa, cuartelado en cruz, con escusón, bordura y yelmo en la parte superior y divisa en la parte inferior.
Cuartel Diestro Superior. Representación geográfica: Parque Nacional “El Sabinal”.
Cuartel siniestro superior. León rampante, lampazado y coronado sobre fondo de plata. Cuartel diestro inferior. Fachada principal de la presidencia municipal. Cuartel siniestro inferior. Representación cultural: Parroquia de San Gregorio Magno.
Escusón: Escudo de armas del Virrey de la Nueva España, don Rodrigo de Pacheco y Osono, Marqués de Cerralvo, en cuyo honor se dio nombre a la antigua ciudad de León, fundada por don Luis de Carvajal. 
Bordura: Tiene el nombre antiguo del municipio "Ciudad de León". En la divisa tiene la leyenda en latín “Cuna Status”, año de fundación 1582 y de elaboración del escudo, 1982.

Reseña Histórica
En 1577, don José Luis Carvajal y de la Cueva fundó la villa de Saltillo, ese mismo año pobló un lugar de nombre Santa Lucía, actual Monterrey, y descubrió las minas de San Gregorio (Cerralvo). El 31 de mayo de 1579, don Luis Carvajal, firmó las capitulaciones con el Rey Felipe II para pacificar y poblar el Nuevo Reino de León, en este contrato fue facultado para hacerlo en una extensión, que no excediese a 200 leguas por lado.
El primer asentamiento humano en Nuevo León tuvo lugar en Cerralvo, incluso fue la primer capital del estado. A partir de 1630 se le titula Villa de San Gregorio de Cerralvo, en honor del decimoquinto Virrey de Nueva España, don Rodrigo Pacheco y Osorio, marqués de Cerralvo (España).
El origen histórico de este municipio fue la explotación de los recursos mineros abundantes en esa época. Sus primeros pobladores además de dedicarse a la explotación de minas de plomo, se dedicaron a la venta de indios a españoles de otra región.



Décimo sexto virrey
LOPE DÍEZ DE ARMENDÁRIZ
(Marqués de Cadereyta)
(1635-1640)





Fue el primer criollo que desempeñó el gobierno de la Nueva España. Nació en Quito, en el Virreinato de Nuevo Toledo (el Perú), ciudad que hoy es la capital de la República de Ecuador. Su padre era presidente de la Real Audiencia de esa ciudad, donde él se educó siguiendo la carrera del mar. Llegó a ser un marinero distinguido, que tuvo a su mando las flotas de seguridad en los convoyes que llevaban las mercancías y tesoros de las Indias a España. El 19 de abril de 1635 fue nombrado virrey de Nueva España e hizo su entrada en México el 16 de septiembre del mismo año, ocupándose inmediatamente de continuar las obras de seguridad para evitar las inundaciones, azote de la capital novohispana.
          Un temblor de tierra destruyó parte de la obra del desagüe en enero de 1637, por lo que el virrey hizo llamar a dos peritos, los señores Fernando de Zepeda y Hernán Carrillo, para que dieran su opinión, que fue la de abrir un tajo descubierto. Tomada la opinión del Ayuntamiento, de la Audiencia y de los gremios del comercio, se resolvió cavar y arreglar el tajo aprovechando una gran hendedura del terreno llamada Nochistongo. Este tajo sirvió mucho y con el tiempo fue ampliado y aprovechado por los gobiernos del México independiente.
          El rey Felipe IV dio la cédula de abolición de la esclavitud para los indios, más no así para los negros que con frecuencia escapaban a remontarse en las montañas en calidad de cimarrones, principalmente en el actual Estado de Veracruz. Asimismo, para seguridad de los habitantes del Nuevo Reino de León contra los indios apaches, comanches y lipanes, fue fundado un presidio que después se convirtió en villa con el nombre del título nobiliario del virrey y hoy es la ciudad de Cadereyta, en Nuevo León, así como otra con el mismo nombre en Querétaro. Este virrey se ocupó mucho en la limpieza de la ciudad, disponiendo que fuesen desazolvadas las acequias por donde se canalizaba a las aguas en caso de inundación o de aseo de la capital. Durante su gobierno fue fundado el hospital del Espíritu Santo, y se disponía a crear centros de población, sobre todo en el norte del país, cuando se supo que venía otra persona a sustituirlo.
          El virrey de Cadereyta, al entregar el gobierno, fue acusado de muchas cosas por el obispo don Juan Palafox y Mendoza, más bien por asuntos de carácter personal que acumularon sus enemigos. Como marinero que era se ocupó en formar la Armada de Barlovento, para combatir a los piratas. Esta flota, que estaba integrada por barcos ligeros bien armados, tenía su base en Veracruz y constantemente patrullaba el litoral del Golfo de México dándole seguridad a las poblaciones de la costa y al comercio de cabotaje y de altura de España.





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Décimo séptimo virrey
DIEGO LÓPEZ PACHECO  CABRERA Y BOBADILLA
(Marqués de Villena, conde de Xiquena y duque de Escalona)
(1640-1642)

          Este personaje pertenecía a una de las familias más aristocráticas de España. Era gente de armas y de letras, educado en la Universidad de Salamanca y sirvió en los Tercios españoles en donde llegó al grado de coronel de infantería. Era joven, alegre y le gustaban las fiestas y diversiones. Recibió las órdenes para venir como virrey en enero de 1640; llegó a Veracruz a fines de junio del mismo año, pero allí se entretuvo por los festejos con que fue recibido, haciendo su entrada ceremonial en México hasta el 28 de agosto. En Veracruz se dio cuenta de la imperiosa necesidad de reforzar la Armada de Barlovento, ante la presencia constante de barcos corsarios. Intensificó la construcción de naves de guerra, fundición de cañones y hechura de municiones, aparejos y pólvora y obtuvo que buques de línea de las bases de La Habana y Cartagena pasaran a formar parte de dicha armada.
          Desgraciadamente los sucesos y las intrigas perjudicaron mucho al virrey, ya que en Portugal se produjo una sublevación para separarse de España y ocurrió que el duque de Braganza encabezara dicha revuelta alzándose como rey de Portugal. Braganza era primo hermano del virrey, por lo que sobre éste inmediatamente recayeron sospechas insidiosas de que quería levantarse con la Nueva España en apoyo de los portugueses. El virrey, para hacer desaparecer la murmuración, hizo que los portugueses residentes en Nueva España se presentasen ante las autoridades para ser vigilados estrechamente, pero ni esta medida dio resultado; las intrigas y sospechas siguieron y aumentaron.
          El obispo don Juan de Palafox y Mendoza, quien tenía cierta amistad con el virrey puesto que viajaron juntos de España a Veracruz, fue quien encabezó las acusaciones en calidad de visitador real. Palafox, que era titular del obispado de Puebla y residenció al virrey marqués de Cadereyta, se prestó a servir de instrumento a la Audiencia de México, a los ricos comerciantes y al populacho, para acusar insistentemente al virrey marqués de Villena de tener nexos con los rebeldes portugueses. El 9 de junio de 1642 el arzobispo Palafox hizo rodear el palacio con guardias, a la medianoche, notificándole al marqués de Villena que había cesado en el cargo, que el propio arzobispo asumía para seguridad del reino con el embuste de que tenía las órdenes en la mano, las que nunca mostró. El virrey se retiró al convento de Churubusco y de allí a San Martín Texmelucan, en donde estuvo algunos meses tratando de arreglar asuntos personales puesto que el arzobispo-virrey, arbitrariamente, hizo que le fueran confiscados sus bienes y vendidos en pública subasta.
          Aprovechó la salida de una flota hacia España y embarcó en Veracruz, Se presentó en la Corte, fue recibido pr el rey quien le dio la razón en sus quejas y quizo reponerlo en el gobierno de la Nueva España, pero Villena ya no aceptó. Se le dio en parte el dinero que había perdido con la confiscación de sus bienes y fue enviado como gobernador primero a la isla de Sicilia y después al reino de Navarra, muriendo en Pamplona el 27 de febrero de 1653.







Décimo octavo virrey
JUAN PALAFOX Y MENDOZA
(Obispo de la Puebla de los Ángeles)
(1642)

          Buen administrador pero poco político, fue hijo bastardo del marqués de Ariza. Bien educado en Zaragoza se resolvió por seguir la carrera eclesiástica y perteneció al clero secular. No tuvo título nobiliario y llegó a ser virrey por las circunstancias que aprovechó para destituir al marqués de Villena, siendo Palafox obispo titular recién llegado a Puebla; se entiende que era de carácter conflictivo. En el poco tiempo que gobernó al Virreinato se ocupó mucho de asuntos de la Iglesia con la organización de ceremonias, continuación de las obras de la catedral de México, la doctrina, mejoramiento de conventos y aposentos de los religiosos y también hizo obras de caridad en favor de los pobres y de los enfermos.
          En lo externo de los usos religiosos hizo demoliciones y se perdieron seguramente muchas piezas de gran valor, ídolos y obras de las antiguas culturas mexicanas. Levantó una fuerza armada que de ninguna manera representaba un ejército y se cree que más bien era para su seguridad personal; estableció medidas para regular la vida académica de la universidad así como cánones para controlar a la Audiencia. Dos oidores no aceptaron las disposiciones del arzobispo-virrey y éste los suspendió en sus funciones. Palafox se inclinaba a apoyar al clero secular, al que él pertenecía, por lo que empezó a tener dificultades con los jesuitas que querían actuar fuera de su dependencia como autoridad religiosa, suscitándose a poco un pleito muy grave, por lo que fue relevado de su cargo gubernamental, aunque permaneció en México algunos años con el puesto de visitador general.
          En junio de 1649 el arzobispo Palafox salió para España, por órdenes de la Corona. Era escritor muy culto, gente honrada y trabajador incansable, de espíritu recto. Construyó y consagró la catedral de Puebla y fundó la famosa biblioteca palafoxiana. Siendo obispo en Osma, España, murió el primero de octubre de 1659.

En el 227 aniversario de la Congregación General celebrada el 28 de enero de 1777 tengo el gusto de comunicaros que ayer tarde, 27 de enero de 2004, tuvo lugar la Sesión de Consultores Históricos para el examen de la Positio. Os adjunto una breve reseña de la historia del Proceso hasta este momento y de los pasos sucesivos hasta la Beatificación.
Los cinco años de intensa vida pastoral del Obispo Don Juan de Palafox y Mendoza en Burgo de Osma (1654 ‑1659) dejaron profunda huella en el pueblo fiel, en los sacerdotes y religiosos, y en el Cabildo diocesano. Tanto es así que, desde el mismo día de su muerte el 1 de octubre de 1659, se habló de recoger informaciones sobre su vida y virtudes. El Proceso Ordinario se comenzó, por iniciativa del Cabildo, en 1666 y fue enviado a Roma en 1690. Aunque ya ese mismo año se nombró Ponente o Relator de la Causa al Cardenal Jerónimo Casanate, se esperó hasta la llegada del Proceso de Puebla de los Angeles (1688 - 1693) para iniciar los trámites en vistas a la Introducción de la Causa. En esa primera fase, entre 1689 y 1694, fueron 185 las Cartas Postulatorias enviadas por Obispos y otras autoridades atestiguando la fama de santidad y milagros de que gozaba el Siervo de Dios. El Patrono de la Causa, abogado Bernardino Peregrini, afirma que desde hacía muchos años no se había presentado a la Congregación de Ritos otra Causa con tanta riqueza de argumentos a su favor. Es de notar que, de los 150 testigos que deponen en los procesos sobre el Obispo Palafox, 72 son sacerdotes, que hallaron en su Obispo un modelo de pastor inolvidable.
En los años de Obispo de Puebla de los Angeles (1640 -1653) no fue menor su celo pastoral y su entrega al servicio del pueblo de Dios en el desempeño de la misión que la Iglesia y el Estado le habían confiado. Y, aunque encontró resistencias y dificultades, no por ello desistió en sus esfuerzos por promover la disciplina eclesiástica y elevar el nivel religioso y cultural de sus fieles y súbditos. Los testigos de los Procesos de Canonización, al referirse a ese período, admiran su amor a los pobres, su espíritu de fe, su profunda vida de oración, su celo pastoral, su prudencia, su tesón, su paciencia, su desinterés, en una palabra, afirman que practicó todas las virtudes en grado heroico. Por otro lado, algunos de los que tuvieron que experimentar el rigor de la justicia aplicada por el Regio Visitador, o las consecuencias de las intervenciones del Obispo en defensa de la disciplina eclesiástica, no sólo no vieron virtudes en él, sino que le atribuyeron intenciones torcidas y hasta vicios declarados, infamándolo con informes calumniosos enviados a Madrid y a Roma.
Quienes convivieron con Palafox y conocieron de cerca su grandeza de ánimo y su entrega generosa a Cristo y a su Iglesia ("Amor meus Crucifixus est", es el lema de su escudo, como el de Santa Brígida de Suecia) iniciaron y prosiguieron su Causa de Canonización sin más intención que la de glorificar a Dios en su Siervo.
Pero, en 1698, el P. Tirso González, General de la Compañía de Jesús, temiendo que la canonización de Palafox hiciera de caja de resonancia a la denuncia que el Obispo de Puebla había hecho al Papa sobre la conducta menos correcta de algunos jesuitas, creyó oportuno, para salvaguardar el honor de la Compañía, impedir la introducción de la Causa. Y lo consiguió en 1699, presentando como obstáculo principal la carta escrita por Palafox a Inocencio X el 8 de enero de 1649.
Eso explica por qué el Proceso estuvo en suspenso hasta 1726, en que el Papa Benedicto XIII, asesorado por el Promotor de la Fe Próspero Lambertini, firmó la Introducción de la Causa y se pusieron en marcha los Procesos Apostólicos.
En 1758 hubo otro intento, por parte de la Compañía, de bloquear el Proceso, alegando la carta de Palafox a Inocencio X como obstáculo para la aprobación de sus escritos. Pero intervino personalmente en su defensa Benedicto XIV ‑ que como Promotor de la Fe había asesorado al Papa 30 años antes ‑ y con la aprobación de los escritos, incluida la famosa carta, se entró en la fase conclusiva del Proceso, o sea, la discusión sobre las Virtudes, en las Congregaciones acostumbradas: Antepreparatoria (1771), Preparatoria (1775) y General (1777).
Pero, como en esta última, celebrada el 28 de enero de 1777, nuestro Venerable tuvo 26 votos favorables y 15 contrarios, el Papa difirió la promulgación del Decreto sobre las Virtudes heroicas que solía tener lugar algún tiempo después de dicha Congregación.
A partir de ese momento nos encontramos con una doble tradición: mientras, por una parte, los promotores de la Causa siguen trabajando y esperando, por otra, se escribe y se repite en libros de historia que la Causa de Palafox fue abandonada para siempre en 1777.

He aquí, brevemente, lo que se ha hecho desde entonces:
En 1786 Pío VI concedió la celebración de una nueva Congregación General, en respuesta a las instancias del Rey de España y "de Arzobispos, Obispos, Iglesias, Cabildos, Reinos, Ciudades y Villas que tienen voto en Cortes, y de todos sus dominios en Indias y en España, de las Universidades insignes de su Reino". Pero, cuando ya se habían hecho los preparativos para la nueva discusión, las circunstancias políticas de fin de siglo, que culminaron con el exilio del Papa, interrumpieron la actividad de la Congregación de Ritos sin que se llegase a celebrar dicha Congregación General.
A mediados del siglo XIX se intentó reanudar el íter de la Causa y Pío IX concedió en 1852 que se volviese a discutir "cum iisdem scripturis"; pero no se logró celebrar la Congregación nuevamente concedida por el Papa.
El 20 de febrero de 1998, siendo Postulador de la Causa el P. Benito Gangoiti, O.P., se volvió a presentar en la Congregación para las Causas de los Santos ‑ en base a las concesiones de Pío VI y de Pío IX ‑ la Positio de fines del siglo XVIII (Summarium de 1770, 1.192 p., y Elenchus Actuum heroicorum de 1792, 847 p.) integrada con la biografía moderna de Sor Cristina de la Cruz de Arteaga y Falguera (Sevilla 1985, 640 p.). Pero las autoridades de la Congregación juzgaron oportuno posponer el examen de la Positio, programada por el Relator General para fines de 1998, y pedir ulteriores aclaraciones.
El 28 de julio de 2000 se presentó una Informatio suppletiva (174 + 233 p.) y el 1 de octubre de 2001 el texto completo de los votos negativos de 1777 con una ulterior respuesta a los mismos (385 p.).
El 26 de abril de 2002 se pidió al Obispo de Osma la instrucción de un Proceso diocesano super continuatione famae sanctitatis et signorum, para tener la garantía canónica de que la fama de santidad del Siervo de Dios nunca se interrumpió, a pesar de todos los obstáculos que tuvo que superar su Proceso de Canonización. Dicho Proceso fue entregado en la Congregación para las Causas de los Santos el día 6 de junio de 2003.
La Positio, en su tercera redacción, fue finalmente examinada, a nivel de Consultores Históricos, el 24 de septiembre de 2002.
En respuesta a las Observaciones de carácter histórico, formuladas en dicha Sesión por algunos de los Rev.mos Consultores, se preparó un nuevo volumen de 882 páginas (700 de textos del Venerable: Vida Interior, Cartas al Papa, al Rey, etc.), que fue presentado a la Congregación el 22 de mayo de 2003.
Dicha Respuesta fue examinada por los mismos Consultores Históricos en una nueva Sesión celebrada el día 27 de enero de 2004.
A partir de ese momento está previsto el examen de la Positio, primero, por parte del Congreso peculiar de Consultores Teólogos y, luego, en la Congregación de Cardenales y Obispos. Si la respuesta de ambos tribunales es afirmativa, el Santo Padre procede a la Promulgación del Decreto sobre las Virtudes heroicas.
Tras la promulgación del Decreto se pasará al estudio de un presunto milagro, atribuido a la intercesión del Siervo de Dios, presentado ya en 1769, pero que no ha podido ser examinado todavía por faltar el requisito previo, o sea, el Decreto sobre las Virtudes que se está esperando desde el 28 de enero de 1777.
 En fe,
 
Roma 28 de enero de 2004
P. Ildefonso Moriones
 Postulador General O.C.D.
 y Postulador de la Causa del Ven. Palafox














Décimo noveno virrey
GARCÍA SARMIENTO DE SOTOMAYOR
(Segundo conde de Salvatierra y marqués de Sobroso)
(1642-1648)

García Sarmiento de Sotomayor 
II Conde de Salvatierra
Linaje: Casa de Sarmiento
Predecesor: Diego Sarmiento de Sotomayor
Sucesor: Diego Sarmiento de Sotomayor y Luna
Ocupación: Militar
Virrey de la Nueva España
Virrey del Perú

Cónyuge(s): Soltero
Nacimiento: Valle de las Hachas,

Fallecimiento: Lima,
26 de abril de 1659
García Sarmiento de Sotomayor y Luna († Lima, 1659). Noble y funcionario colonial español. Virrey de la Nueva España y XVI Virrey del Perú.


Hijo de Diego Sarmiento de Sotomayor, primer Conde de Salvatierra y Marqués del Sobroso, y Leonor de Luna Enríquez Sarmiento y Manrique, hermana del Conde de Fuentidueña.

Visto su celo en el cumplimiento de diversos cargos cortesanos, el 31 de marzo de 1631 fue nombrado maestre de campo de la infantería organizada en Galicia para marchar a Flandes; y sucesivamente pasó a ser asistente y maestre de campo general de Sevilla (1634), y gobernador de la armada real.


 Virrey de la Nueva España  [editar]Elegido Virrey de la Nueva España, el 1º de julio de 1642, tomó posesión de su gobierno el 13 de noviembre de 1642, y lo ejerció hasta el 13 de mayo de 1648. Allí se enemistó con el obispo de Puebla, Juan de Palafox y Mendoza, debido al apoyo que brindó a los jesuitas en las disputas que mantuvieron con el prelado y, llegadas algunas quejas a la corte, se resolvió su traslado al Virreinato del Perú, el 8 de julio de 1647. Sin embrago, demoró su viaje para hacer entrega del gobierno a su sucesor.


 Virrey del Perú  Llegó al Callao el 28 de agosto de 1648, pero su entrada oficial en Lima se efectuó el 20 de setiembre de 1648. Ante posibles incursiones de los portugueses, dispuso que los comerciantes de esa nacionalidad vendieran las nevas que poseían para sus operaciones en el Océano Pacífico, y para cortar la circulación de la moneda de baja ley, limitó primero su valor cancelatorio y luego declaró su invalidez. Ordenó la Real Hacienda, cobrando los adeudos al fisco y promoviendo la actividad minera. Favoreció las misiones de Maynas, atendidas por los jesuitas. Afectado el Cuzco tras el terremoto del 31 de marzo de 1650, comenzó las tareas de reconstrucción. En Lima dispuso la construcción de la pila ornamental de la plaza mayor.

Concluyó su mandato el 24 de febrero de 1655, pero permaneció en Lima, debido al estado de guerra entre España e Inglaterra.
          
Cuando se tuvo sospechas de que el marqués de Villena mantenía nexos con los rebeldes de Portugal, Felipe IV nombró al segundo conde de Salvatierra como virrey sustituto de la Nueva España y éste recibió el gobierno de México el 23 de noviembre de 1642 otra vez con el problema de una fuerte inundación, porque el tajo de Nochistongo se azolvó y las aguas de la laguna de Zumpango pasaron a la de México. El virrey hizo limpiar el tajo y por lo pronto desapareció el peligro.
          Envió una expedición a California, que no tuvo el buen éxito deseado; reconstruyó los acueductos que surtían de agua a la ciudad, llevó a cabo el establecimiento de algunas poblaciones en el centro del país, siendo la principal Salvatierra que llevó ese nombre en su honor; logró dominar levantamientos de algunas tribus indígenas y construyó el presidio de Cerro Gordo, en el camino de México al mineral de Parral; reguló con mucho cuidado las percepciones de la Hacienda Real y estableció el uso de papel sellado para los trámites legales y administrativos.
          El 13 de mayo de 1648 entregó el gobierno al nuevo virrey, el obispo de Yucatán don Marcos Torres y Rueda. El marqués de Salvatierra marchó año Perú para hacerse cargo de aquel virreinato y cuando terminó su gobierno se quedó a vivir en Lima, donde murió el 26 de junio de 1659.








Vigésimo virrey
MARCOS TORRES Y RUEDA
(Obispo de Yucatán)
(1648-1649)

          El obispo Torres y Rueda era originario de la Villa de Almazán, en España; estudió en la Universidad de Alcalá de Henares con mucha distinción. Fue catedrático de teología en esa misma universidad y en la de Valladolid. El rey Felipe IV solicitó del Papa que se le nombrara obispo de Yucatán, por lo que embarcó hacia Veracruz. En Puebla fue consagrado como obispo e hizo el viaje a su nueva sede, llegando a Campeche en noviembre de 1646; tomó posesión del cargo de religioso en Mérida ese mismo mes, pero ocurridos los sucesos que acabaron en la destitución del virrey Villena, a la Corona no le pareció bien el proceder del arzobispado Palafox ni definitivamente el de García Sarmiento de Sotomayor, porque éste tuvo serios disgustos con el arzobispo; entonces el rey dispuso que se encargara del Virreinato de la Nueva España el obispo Torres y Rueda, además presidente de la Audiencia mientras se nombraba a un virrey titular.
          Cuando Torres y Rueda entró en México, el conde de Salvatierra no quiso entregarle el gobierno y menos el dinero de las cajas reales, por lo que la Corona tuvo que intervenir directamente para hacer valer el nombramiento de virrey al obispo de Mérida.
          Durante el gobierno muy corto de Torres y Rueda la Inquisición de México llevó a cabo, el 11 de abril de 1649, un gran auto de fe en que se castigó a 107 sentenciados, entre ellos los judaizantes Tomás Treviño de Campos y 12 personas más que fueron muertas a garrote vil. El obispo-virrey estaba enfermo y no pudo asistir a tan terrible espectáculo. Murió el mismo mes de abril, dejando el gobierno interino a la Audiencia.






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Vigésimo primer virrey
LUIS ENRÍQUEZ DE GUZMÁN
(Conde Alba de Liste)
(1650-1653)



Este personaje, de la nobleza media española, se formó en la administración y recibió el título de caballero de la Orden de Calatrava. Fue nombrado virrey en Madrid para que viniera a recibir el gobierno en México, de la Audiencia. Lo único que hizo fue regular la hacienda pública, de manera que recogió mucho dinero por concepto de impuestos, gabelas y alcabalas, enviando a España grandes cantidades de numerario.
          Hizo sofocar una rebelión de indios tarahumaras, que habían asesinado a misioneros franciscanos y jesuitas y saqueado e incendiado algunas pequeñas poblaciones. El cabecilla fue capturado y ahorcado y terminó así el problema.
          Como premio a las aportaciones de dinero que hizo a la Corona, el virrey Enríquez de Guzmán fue trasladado, con el mismo nombramiento al Perú. Fue un gobernante que prácticamente nada hizo por el virreinato.




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Vigésimo segundo virrey
FRANCISCO FERNÁNDEZ
DE LA CUEVA
(Duque de Alburquerque, marqués de Cuellar, conde de Ledesma y de Huelma, grande de España)
(1653-1660)

          Militar muy distinguido, de familia aristócrata. Fue nombrado virrey de la Nueva España e hizo su entrada en la ciudad de México el 15 de agosto de 1653. Como se recrudeció la guerra contra los ingleses se temía un desembarco, por lo que reforzó las defensas de Veracruz y San Juan de Ulúa y envió armas y municiones a Jamaica y a La Habana. Mandó 100 familias españolas a poblar Nuevo México y fue fundada la villa de Alburquerque, en su honor.
          Acrecentó el comercio con las Filipinas, mandó hacer monedas de oro con el muy prestigiado cuño mexicano, recogió con cuidado las rentas reales que remitió a España en gruesas cantidades de plata, reforzó la Armada de Barlovento y mandó construir en la dársena de Campeche algunos navíos para el servicio de cabotaje y de ultramar e hizo progresar las obras de construcción de la catedral de México, en donde estaba rezando cuando fue agredido por un soldado de la guardia llamado Manuel Ledesma, quien fue juzgado sumariamente y ejecutado al día siguiente del atentado.
          Entregó el gobierno de Nueva España y marchó a Madrid en septiembre de 1660. Fue nombrado teniente general de marina y después embajador extraordinario en Viena para acompañar a la princesa Margarita que iba a casarse con el rey Leopoldo. Murió en Madrid de un ataque al corazón, el 27 de marzo de 1676.






Vigésimo tercer virrey
JUAN DE LEYVA
DE LA CERDA
(Conde de Baños y marqués de Leyva y de Ladrada)
(1660-1664)




Pertenecía a la vieja nobleza española; desde muy joven empezó a servir a la Corona en la marina, combatiendo a los piratas argelinos que infestaban el Mediterráneo y posteriormente, en 1626, a los sublevados catalanes de Tarragona. Fue nombrado virrey de Nueva España cuando tenía 56 años de edad y entró en la capital mexicana el 16 de septiembre de 1660, acompañado de su familia. El conde de Baños era de carácter altanero, brusco en sus modales y de codicia sin límite. Todas esas características las tenían también sus familiares.

Recién llegado su hijo Pedro tuvo un altercado con un servidor del conde de Santiago al que mató de una estocada y como el conde le reprochase su conducta, don Pedro de Leyva consiguió unos asesinos bien pagados con los que intentó matar al conde. Las presiones y abusos provocaron rebeliones de algnos grupos de indígenas, principalmente en Tehuantepec. Hizo embargar tierras y propiedades para darlas a sus familiares y a algunos amigos y para cubrir un préstamo que el tesoro de Nueva España había adelantado a la Corona, embargó las mercaderías que llegaron de Europa a Veracruz, para obligar al comercio de la Ciudad de México a aportar de inmediato el dinero que se le había remitido al rey.

Como las quejas contra el virrey eran muchas, la Corona dispuso que entregara interinamente el Virreinato al obispo don Diego Osorio de Escobar; pero Leyva interceptaba la correspondencia y así se apoderó de las órdenes de la Corona y siguió gobernando hasta que el obispo supo, dio a valer su autoridad y el virrey, en forma humillante, tuvo que salir de México casi a escondidas, con gran alegría de la gente que lo aborrecía. Embarcó para España y cuando se presentó en la Corte fue reprendido severamente por el rey, quien lo separó para siempre de todo servicio. El conde de Baños enviudó, tomó las órdenes de los carmelitas y estuvo en un convento hasta que murió en 1667.



Vigésimo cuarto virrey
DIEGO OSORIO DE ESCOBAR
Y LLAMAS
(Obispo de la Puebla de Los Ángeles)
(1664)





Este religioso del clero secular, aunque amigo de los jesuitas, era obispo de Puebla y había sido nombrado arzobispo de México, cargo que declinó. Como una necesidad imperiosa aceptó sustituir al virrey conde de Baños en el gobierno de la Nueva España, pero era totalmente ajeno a las actividades profanas. Durante el poco tiempo que gobernó se ocupó en ordenar la Armada de Barlovento, que carecía de muchos elementos; remitió dinero a Cuba para reparar el castillo de Santiago, fundir artillería y fabricar pólvora, porque a guerra contra los ingleses seguía.
          También se ocupó en escuchar quejas de particulares por el mal servicio del correo, el que hizo arreglar de manera muy eficiente; pero que enfermo y cansado, este obispo-virrey tan pronto como lo creyó prudente renunció a su alto cargo retirándose a Puebla, donde murió en octubre de 1673.









Vigésimo quinto virrey
SEBASTIÁN DE TOLEDO
MOLINA Y SALAZAR
(Marqués de Mancera)
(1664-1672)





Conocía bien América porque acompañó y fue ayudante de su padre cuando éste desempeñó el cargo de virrey del Perú, en 1639. Sirvió a la Casa Real como mayordomo de palacio y en el cuerpo diplomático, por lo que ganó la confianza del rey Felipe IV que lo nombró virrey de la Nueva España en diciembre de 1663.

Llegó a la ciudad de México e inmediatamente ordenó que no se hiciera gasto alguno en su recepción porque el tesoro virreinal estaba muy pobre por las constantes remisiones que se hacían a España y además se tenían fuertes gastos enn la constante guerra contra los ingleses, cuyos corsarios Davis y Morgan ponían constantemente en jaque a las posesiones españolas desde Cartagena hasta la Florida y Cuba.

Este virrey se ocupó de poner en alta fuerza a la Armada de Barlovento, cuya reorganización había iniciado el obispo-virrey Osorio de Escobar porque resultaba indispensable para seguridad de las costas, del comercio de cabotaje y de altura. Sobre todo se construyeron barcos ligeros y bien armados, para concurrir oportunamente a los puntos amenazados o en seguimiento de los piratas.

A principios de 1666 llegó a México la noticia de la muerte del rey Felipe IV a quien Mancera le debía muchas atenciones, por lo que se le hicieron solemnes honras fúnebres en la Catedral inconclusa, donde a pesar de la pobreza del erario el marqués de Mancera se ocupó en terminar todo el ornato interior. Los grandes problemas que tuvo este virrey fueron de orden económico; sin embargo la Audiencia lo acusó de trivialidades como llegar tarde a los oficios religiosos, lo que mereció que la Corona llamara la atención al virrey, quien enfermo y molesto solicitó retirarse del mando, petición que no le fue aceptada sino hasta julio de 1672. En el camino a Veracruz, ya para embarcar hacia España, murió su esposa en la villa de Tepeaca, Puebla, donde fue sepultada.



CASA DE AUSTRIA
Durante el Reinado de Carlos II



          Durante su niñez fue enfermizo y débil. Hijo de Felipe IV y de Mariana de Austria nació en Madrid, España, en el año de 1661. No tuvo hijos a quienes dejar el trono de España, así que con su reinado terminó el período de gobierno de la Casa de Austria, y al ser coronado Rey de España el conde de Anjou, nieto de Luis XIV, comenzó el reinado de la Casa de los Borbones en España.
Carlos II trató de proteger a España de las ambiciones del Rey de Francia, Luis XIV, y logró evitar problemas fuertes con este reinado.
Durante su época de gobierno, en América siguieron los asaltos de piratas y corsarios; decayó el esfuerzo y el espíritu de conquista; hubo hambres y motines populares; se quemó el Palacio Virreinal. Ordenó que se siguiera la colonización de las dos Californias por la riqueza de oro y perlas que en ella había.
Carlos II se casó dos veces, la primera con María Luisa de Orleans y la segunda con Ana María de Newburg. Murió en Madrid, España, en 1700.
Envió a siete virreyes a gobernar a la Nueva España.


Vigésimo sexto virrey
PEDRO NUÑO COLÓN
DE PORTUGAL
(Duque de Veragua, marqués de Jamaica, conde de Gelves y Caballero de Toisón de Oro, descendiente en línea directa del almirante Cristóbal Colón)
(1672)



En abril de 1672 fue nombrado virrey de la Nueva España don Enrique de Toledo y Osorio, marqués de Villafranca, pero pretextando motivos de salud renunció al cargo, por lo que la Corona, gobernando Carlos II "El hechizado" (quien iba a ser el último monarca de la Casa de Austria), nombró al duque de Veragua para virrey.

Llegó a Veracruz en septiembre y allí se entretuvo para revizar las fortificaciones del puerto, porque se había declarado la guerra a Francia y se temían ataques a la tierra firme.

El virrey, aunque entusiasta y buen soldado, estaba enfermo. Se detuvo en el Alcázar de Chapultepec, más bien por motivos de salud que para esperar los festejos de recepción. Ya al frente del gobierno se puso grave y murió el 13 de diciembre del mismo año. Se le dio solemne sepultura en la Catedral y sus restos después de algún tiempo fueron trasladados a España.




Vigésimo séptimo virrey
FRAY PAYO ENRÍQUEZ DE RIVERA
(Arzobispo de México)
(1672-1680)

Nació en Sevilla en 1622, hijo bastardo de un comandante militar de Andalucía. Estudió en su ciudad natal e ingresó en la orden de San Agustín.
Después fue maestro de teología en Osuna y en las universidades de Burgos, Valladolid y Alcalá de Henares, donde lo conoció el rey Felipe IV que le cobró mucha estimación y lo nombró para que se hiciera cargo del obispado de Guatemala que desempeñó durante diez años. En 1667 fue nombrado obispo de Michoacán y después arzobispo de México. Como en España se tenía noticia de la enfermedad del duque de Veragua, quien por compromiso con el monarca aceptó el Virreinato, la reina regente Mariana de Austria nombró en pliego secreto al obispo Enríquez de Rivera virrey sustituto de la Nueva España.
          Este virrey dio un gran impulso a las obras públicas, no sólo de la ciudad de México sino de muchas plazas que lo requerían; con las milicias de voluntarios de la costa de Barlovento hizo que los ingleses abandonaran Coatzacoalcos y la Laguna de Términos; reforzó la guarnición de Campeche, puso especial cuidado en llevar las cuentas de ingresos para poder cubrir exactamente los gastos de los que tenía proyectado y fue desarrollando cómo terminar las obras del desagüe de México, la construcción de una calzada empedrada y bien hecha a la Villa de Guadalupe, junto con un acueducto; construyó 25 puentes de cal y canto sobre los canales que había en México, sustituyendo las endebles y peligrosas pasarelas de madera; inició la reconstrucción de la iglesia de San Agustín, donde después estuvo la Biblioteca Nacional, que había sido casi destruida por un incendio; pacificó a las tribus alzadas de Nuevo México. Fundó la villa de Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez, sobre el río Bravo en 1677.
          En 1680 solicitó que lo revelaran de ambos cargos, el de arzobispo de México y el de virrey de Nueva España, lo que le fue concedido. Entregó en el más completo orden su gobierno, dio cuenta hasta del último centavo gastado durante su administración. Entregó el poco dinero que era de su propiedad a un asilo de huérfanos y regaló su biblioteca al Oratorio de San Felipe Neri. Se retiró a España, donde vivió en el convento de San Agustín, en Alcalá de Henares, hasta su muerte ocurrida el 8 de abril de 1684.



Vigésimo octavo virrey
ANTONIO DE LA CERDA
Y ARAGÓN
(Conde de Paredes
y marqués de la Laguna)
(1680-1686)

          Este personaje, de ilustre familia, fue nombrado virrey de Nueva España, cargo que recibió el 30 de noviembre de 1680. Tuvo de inmediato noticia del levantamiento de los indios de Nuevo México que asesinaron a colonos, soldados y misioneros, obligando a los sobrevivientes a abandonar Santa Fe que era la capital de aquel territorio para refugiarse en Paso del Norte. El virrey movió fuerzas de caballería de la Nueva Vizcaya para perseguir a los 25,000 indios que estaban en armas pero que bien se cuidaron de presentar batalla, por lo que no se obtuvo un buen resultado. Se repobló a Santa Fe con nuevos contingentes de colonos, españoles y mestizos, quienes recibieron tierras para su cultivo, y se aumentaron las guarniciones que dieran seguridad a esa región.
En 1681 fue enviada una nueva expedición a California, al mando del capitán Isidro Otondo, quien recorrió todo el litoral hasta La Paz, de donde regresó al puerto de Navidad, Jalisco. En esa expedición fueron tres padres jesuitas, entre ellos el tirolés Eusebio Kino, para ver la posibilidad de quedarse en alguna misión. La empresa fue un fracaso, mientras Veracruz, que estaba descuidada y sin suficiente guarnición, caía en manos de unos piratas franceses al mando de Lorencillo (Lorenzo Jácome), quien con 800 hombres se apoderó del puerto y encerró a los habitantes en las iglesias en tanto se dedicó a saquear la ciudad llevándose enormes cantidades de mercancías, rehenes y siete millones de pesos. Cuando llegaron las fuerzas para combatirlos, se habían hecho a la mar y sorpresivamente atacaron a Campeche y a Yucatán burlándose de las autoridades españolas y de la Armada de Barlovento. Este virrey fue quien hizo ahorcar a un aventurero medio loco que estaba en la cárcel, llamado Antonio Benavides y al que el vulgo llamaba "El Tapado", porque decía que traía órdenes de visitador, gobernador y castellano de Acapulco. Probablemente vino con los piratas de Lorencillo. Su ejecución ocurrió el 14 de julio de 1683 en la plazuela de El Volador, en México.
El 16 de noviembre de 1683 el conde de Paredes entregó el gobierno de la Nueva España al conde de la Monclova.


Vigésimo nono virrey
MELCHOR PORTOCARRERO
Y LASSO DE LA VEGA
(Conde de la Monclova)
(1686-1688)

El conde de la Monclova era militar que se distinguió en las guerras contra Francia. En la batalla de las dunas de Dunquerque perdió el brazo derecho, el que le fue sustituido por uno de plata; por esa razón el vulgo le llamaba "Brazo de plata". El 17 de abril de 1686 fue nombrado virrey de la Nueva España. Llegado a Veracruz allí permaneció algunos días para obtener información de si había algún establecimiento de franceses en el golfo de México. Mandó dos bergantines bien armados y tripulados que recorrieron el litoral hasta muy al norte y explorasen para ver si había enemigos, como se aseguraba.
Se puso en marcha, llegó a Puebla y después a México, en donde hizo su entrada solemne el día 30. En el mes de diciembre llegaron a México muy bien escoltados tres piratas ingleses que habían sido hechos prisioneros en la Laguna de Términos, declarando que tenían ya algunos meses allí y que con otros 100 hombres se dedicaban al corte de maderas preciosas que remitían a Jamaica en barcos que de allá les mandaban. Regresaron los dos bergantines que había enviado el virrey a explorar, con la información de haber encontrado unas embarcaciones destruidas y un fuerte a medio construir en la bahía de San Bernardino, Texas, aunque sus constructores habían sido muertos por los indios.
Para evitar el desembarco de franceses el virrey ordenó la creación de un presidio o campamento que en su honor se llamó Monclova, donde se establecieron 150 familias, en total 270 hombres bien armados para rechazar cualquier intento de los franceses. Hizo construir y arreglar otros presidios más al norte, todos enlazados entre sí. Dispuso que todos los sacerdotes extranjeros sin licencia salieran inmediatamente del país. Extendió la cañería del acueducto que conducía el líquido de Chapultepec, haciendo que llegara a una fuente principal a la que la gente llamó el Salto del Agua. Todos los gastos los cubrió de su bolsillo.
El conde de la Monclova recibió órdenes el 3 de mayo de 1688 para marchar al Perú como virrey y salió del puerto de Acapulco hasta mayo de 1689, por falta de un barco que lo llevase con su familia. Murió en Lima el 15 de septiembre de 1705.













Trigésimo virrey
GASPAR DE LA CERDA SANDOVAL
SILVA Y MENDOZA
(Conde de Galve)
(1688-1696)

          Fue uno de los más jóvenes virreyes que tuvo la Nueva España; contaba con 35 años cuando recibió el nombramiento, en mayo de 1688. Llegó a Veracruz a mediados de octubre y en el camino encontró a su antecesor. Juró lealtad al rey ante la Audiencia y empezó a ejercer el gobierno a principios de diciembre. Este virrey se ocupó en combatir a la piratería y las invasiones de franceses en os dilatados y abandonados territorios del noreste del virreinato. Puso atención en mantener con mucha diligencia las obras del desagüe de la ciudad de México.
Al informarse de la presencia de mercaderes británcos en las costas de Tabasco y Campeche, los que cortaban maderas preciosas que embarcaban hacia Jamaica, envió fuerza armada para combatirlos; pero eran unos cuantos ingleses y los trabajadores eran mayas que recibían buena cantidad de aguardiente y de dinero para que cortasen la madera que era enviada a Jamaica y a Europa. Se ocupó de intensificar la enseñanza del idioma castellano entre los grupos indígenas, con buen provecho.
El gobernador del territorio de Coahuila y Texas fue ganándose pacíficamente a los grupos aborígenes que recorrían aquellos lugares, aunque de vez en cuando se levantaban en armas contra el maltrato que se les daba por parte de los soldados y colonos mestizos y españoles. Hubo un agudo periodo de sequía que hizo se perdieran las cosechas; los novohispanos lo relacionaron con la aparición de un cometa, no hubo maíz en la capital y apareció el hambre, por lo que la multitud se amotinó frente a la Plaza de Armas y apedreó el palacio de los virreyes. Como nadie intervenía para calmar los ánimos, el alboroto creció y el tumulto se convirtió en un motín que prendió fuego al palacio, a las casas del cabildo y a algunas tiendas de telas, que ardieron con gran rapidez. En el salón de cabildos se encontraba en forma desordenada mucha documentación importante del historial novohispano, la que en gran parte logró salvar de ese desastre, con gran peligro de su vida, el sabio mexicano don Carlos de Sigüenza y Góngora. El virrey, quien se escondió en el convento de San Francisco el Grande, se informó por algunas personas de su confianza sobre quienes habían sido los promotores de los desórdenes, los hizo aprehender y sin más juicio que la identificación personal, los mandó ahorcar. Eran cinco los responsables principales, todos ellos españoles.
En ese tiempo España estaba aliada con los ingleses en contra de Francia, así que con la ayuda de unos barcos de guerra de los aliados el virrey atacó a los franceses que se habían apoderado de la isla Española, les quitó muchos cañones y pólvora y aprovechó las construcciones para hacer algunos fuertes. En Texas, para evitar desembarcos de extranjeros, estableció la guarnición de Panzacola.
Con deseos de regresar a España el virrey conde de Galve pidió su relevo en septiembre de 1695, lo que le fue concedido. Quiso entregar al obispo de Puebla don Manuel Fernández de Santa Cruz, interinamente, el gobierno virreinal; pero Fernández se negó a aceptar por motivos de salud y por tener mucho trabajo en su obispado, por lo que el conde entregó el gobierno a don Juan de Ortega y Montañés, obispo de Michoacán.
De la Cerda y Sandoval murió en el puerto de Santa María, España, el 12 de marzo de 1697.








 Trigesimo primer virrey

JUAN ORTEGA
Y MONTAÑÉZ
(Obispo de Michoacán)
(1696)
       

 Este obispo-virrey estudió en Cartagena, su tierra natal, y de allí pasó a Málaga y a Alcalá de Henares, donde se graduó de doctor en jurisprudencia. Fue nombrado inquisidor para la Nueva España y aquí entró en el servicio religioso. Fue obispo de Guatemala y de Valladolid, donde se hizo notar por su energía contra los miembros del clero, sus abusos y arbitrariedades y asimismo por su bondad yatención hacia la feligresía sencilla y pobre. En febrero de 1696 recibió el virreinato interinamente. Tuvo que sofocar un tumulto causado por los estudiantes de la universidad que quisieron quemar la picota que estaba en la plaza de armas "como manifestación vejatoria del poder de la monarquía".

          Los alguaciles persiguieron a los revoltosos y detuvieron a un joven llamado Francisco González de Castro, a quien el populacho quiso rescatar cuando lo llevaban a la cárcel. Los revoltosos se escondían en los puestos y desde allí arrojaban piedras. Como nada se pudo aclarar pero sí los estudiantes lograron quemar la picota, el virrey hizo que retirasen todos los puestos y baratillos que había en el zócalo. Ese mismo año encomendó el obispo-virrey a los jesuitas la evangelización de California, el 13 de diciembre entregó el gobierno al nuevo virrey y salió de inmediato a su diócesis de Michoacán, hasta marzo de 1700 en que fue nombrado arzobispo de México y pasó a radicar en la capital.





Trigésimo segundo virrey
JOSÉ SARMIENTO
Y VALLADARES
(Conde de Moctezuma y Tule)
(1696-1701)



Estuvo casado con la tercera condesa de Moctezuma, descendiente del emperador mexicano, de donde le venía el título. Llegó a México en Diciembre de 1696 y se entrevistó con el obispo Montañés en Otumba, donde recibió el gobierno del que tomó posesión oficial ese mismo día ante la Audiencia. Al entrar a la capital lo derribó el caballo que montaba, lo que produjo mucha risa entre el pueblo. En febrero del mismo año salió a colonizar las Californias el padre jesuita mexicano Juan María Salvatierra, quien fundó muchas misiones y evangelizó a numerosos indígenas.
          A este virrey le tocó publicar la autorización del consumo de pulque como bebida para los indios. Se ocupó en hacer que fuese reparado el palacio virreinal, semidestruido por los motines y el incendio de 1692. Como los ladrones pululaban no sólo en los caminos sino en la misma capital, el virrey dictó la orden de dividir a la ciudad en ocho cuarteles a cargo de los alguaciles mayores. Los delincuentes detenidos eran azotados públicamente, si reincidían se les marcaba en la espalda con un hierro candente y a la tercera ocasión se les cortaba una oreja. A los salteadores de camino real se les castigaba con la pena de muerte. En agosto de ese año murió en la ciudad de México el ilustre hombre de ciencia mexicano don Carlos de Sigüenza y Góngora.
          Un barco llegado a Veracruz el 6 de marzo de 1701 trajo la noticia de la muerte del rey Carlos II, "El Hechizado", ocurrida en Madrid el 1º de noviembre del año anterior; era hijo de Felipe IV y de doña Mariana de Austria y había nacido en 1661. Padecía epilepsia, por lo que creyeron él mismo y su corte que estaba hechizado y se sujetó a muchos exorcismos por demás ridículos. Estuvo casado primero con la princesa María Luisa de Orleáns y después con Ana de Newburg, pero no tuvo sucesión por lo que con él se extinguieron la rama de Carlos V y la dinastía de la Casa de Austria en España. En su testamento designó heredero al príncipe Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, con quien principió el gobierno de la Casa de Borbón en España.
          Como el virrey Sarmiento y Valladares manifestara su inclinación por los Habsburgo, que pretendían la Corona de España para uno de sus archiduques, fue objeto de intrigas y se le removió del cargo que entregó interinamente al arzobispo de México don Juan Ortega y Montañés. El conde de Moctezuma regresó a España, donde fue muy bien recibido. Se le concedió una pensión y el título de duque de Atlixco y grande de España.


CASA DE BORBÓN
Durante el Reinado de Felipe V



          Felipe V, conde de Anjou, fue hijo del Delfín Luis (hijo de Luis XIV) y Mariana de Baviera. Nació en Versalles, Francia, en 1683. Gobernó a España porque Carlos III no dejó herederos, pero él nunca tuvo un verdadero interés por ese país, así que pasó el trono a su hijo Luis I, quien murió de viruela teniendo Felipe V que regresar al gobierno de España. Era nieto de Luis XIV, así que durante su gobierno hubo invasión de ideas y costumbres francesas en España. Contrajo dos veces matrimonio, con María Luisa de Saboya y con la princesa Isabel de Parma. Esta última junto con José Patiño, ambas personas muy ambiciosas, llevaron al Rey casi a la locura y a España al empobrecimiento.
En América se seguía combatiendo a los piratas y corsarios; en Nueva España se estableció el ejército; las ideas y las costumbres francesas también llegaron y se elevó la cultura del país.
Felipe V instituyó la Real Cofradía de Guadalupe en Madrid. Murió en Madrid en el año de 1746.
Durante su reinado envió, junto con su hijo Luis I, a 8 virreyes a gobernar Nueva España.





Trigésimo tercer virrey
JUAN ORTEGA Y MONTAÑÉZ
(1701-1702)
          





Este virrey ordenó se suspendiera el envío de presos y delincuentes de la Nueva España a Puerto Rico, como lo había dispuesto el conde de Moctezuma. A consecuencia de la alianza de Austria, Holanda e Inglaterra contra Francia y España para impedir la coronación de Felipe de Anjou como Felipe V de España, iba a empezar la guerra.
          El nuevo virrey recibió la información de que se encontraba en La Habana el conde de Chateau-Renaud con una escuadra francesa, para conducir la flota que llevaba a la metrópoli los caudales de América. Se produjo una discusión entre el virrey y la Audiencia; ésta pedía que no se le confiaran los dineros y efectos de valor al francés, sino hasta que presentara una orden expresa del rey. El virrey hizo saber que él debía ordenar lo que se tenía que hacer, porque las consecuencias que sufriera la Corona serían de su responsabilidad.
          Salieron los barcos de carga de Veracruz, el 12 de junio de 1701, escoltados por la flota de Barlovento al mando del almirante don Manuel de Velasco, conduciendo cinco millones de pesos. Los ingleses y holandeses, que supieron de la remisión, se situaron con sus escuadras cerca del puerto de Cádiz, por lo que los hispano-franceses resolvieron llegar a Vigo, donde se trató de hacer la descarga; pero los comerciantes de Cádiz se opusieron, recurriendo a la opinión del Real Consejo de Indias. Entre tanto los ingleses y holandeses se presentaron frente a Vigo y atacaron con gran potencia puesto que tenían mucha superioridad en navíos.
          La resistencia se hizo con valor y decisión, pero resultó inútil; se perdieron todas las naves, unas fueron destruidas por el fuego y otras cayeron en poder del enemigo. El almirante Velasco hizo arrojar al mar mucho de la mercadería y caudales antes que dejarlos en manos de los anglo-holandeses. Las pérdidas fueron enormes, murieron más de 2000 marineros franceses y españoles. La flota hispana quedó reducida a la nada.
          Un año gobernó esta última vez el arzobispo, puesto que el 27 de noviembre de 1702 marchó a Otumba al encuentro del nuevo virrey, a quien le entregó el mando. Volvió a ocupar la sede arzobispal de México, hasta que murió en esta capital el día 16 de diciembre de 1708.




Trigésimo cuarto virrey
FRANCISCO FERNÁNDEZ DE LA CUEVA ENRÍQUEZ
(Marqués de Cuéllar, duque de Alburquerque y grande de España)
(1701-1711)
          


Este virrey de origen militar, recibió su nombramiento a fines de 1701, y llegó a México hasta el 8 de diciembre de 1702. Desde un principio mostró su inclinación por la dinastía de los Borbones en España. Cuando arribó a Verecruz se enteró de que en ese puerto se había establecido una factoría francesa para el comercio de negros esclavos, con una concesión de 10 años, "negocio" que aprobó.
          El 6 de enero de 1703 los guardias de palacio, única fuerza militar que había en la capital, recibieron uniforme completamente a la francesa, lo que llamó mucho la atención. Aumentó la armada de Barlovento, intentó proteger a las misiones de California, ayudando a los jesuitas en ese empeño; exigió que el clero entregara al gobierno la décima parte de sus rentas, lo que originó una grave desavenencia entre el arzobispo y el cabildo; fue dedicada en 1709 la colegiata de Santa María de Guadalupe y se estableció en 1710 el Tribunal de la Acordada, llamado así porque se le creó en virtud de una disposición acordada por la Audiencia, estando destinado a perseguir el bandidaje. Desde su creación hasta el principio de la Guerra de Independencia, la Acordada sentenció en 57,500 causas con un total de 62,850 reos, de los cuales 35,058 fueron puestos en libertad, 888 ahorcados, 1,729 azotados y con cárcel mayor, 19,410 remitidos a purgar cárcel de un año o de dos, 263 a trabajos de obras públicas, 777 desterrados a los campamentos del norte y el resto enviado a los jueces comunes; 340 murieron en los hospitales y 1,280 en prisión.
          El virrey Alburquerque hizo reprimir una rebelión de indios pimas en la Nueva Vizcaya, de la manera más cruenta, por lo que los aborígenes quedaron aterrorizados, cosa que a la larga iba a dar mal resultado porque esos grupos indígenas, desconfiados, se resistieron a la incorporación evangelizadora. Alburquerque se ocupó mucho, más que otra cosa, en reunir dinero para contribuir a la guerra en contra de los borbones. Fue prorrogado en el gobierno y como gratitud al rey le remitió dos millones de pesos, recurriendo para reunir este dinero a medidas indignas como vender los empleos. Alburquerque tuvo fama de afable, moderado y hábil gobernante, que mantuvo al virreinato tranquilo y seguro. Entregó el gobierno en 1711, regresó a España y murió en Madrid en octubre de 1733.




Trigésimo quinto virrey
FERNANDO DE ALENCASTRE NOROÑA Y SILVA
(Duque de Linares, marqués de Valdefuentes, comendador de la Orden de Santiago, virrey de Nápoles y de Cerdeña y virrey del Perú)
(1711-1716)


          Fue caritativo y humano. Cuando recibió el gobierno se produjo una nevada como nunca se había visto en México y el 16 de agosto de 1711 hubo un fuerte temblor de tierra que dañó a muchos edificios y causó pérdidas de vidas, El virrey acudió con su propio dinero para ayudar a los pobres y en la reconstrucción de edificios. Para congraciarse con Inglaterra, con la que se había ya entrado en paz, le concedió la Corona la trata de negros por diez años en la América española, lo que aumentó la riqueza de los traficantes ingleses porque con el pretexto de traer negros introducían enormes cantidades de contrabando de mercaderías, lo que estaba muy penado por las leyes.
          El virrey madó construir en la dársena de Coatzacoalcos cuatro barcos ligeros, bien armados, para reforzar la armada de Barlovento, compró seiscientos fusiles nuevos en Cantabria para distribuirlos a las milicias de vecinos, envió sitiados a Cumaná para arreglar las fortificaciones, pidió inútilmente a la Corte se ordenara el establecimiento de un comercio regular entre la Nueva España y el Perú y como respuesta la Corona fijó al virrey duque de Linares una contribución de un millón de pesos de la Nueva España, anualmente.
          El duque de Linares fundó la primera biblioteca pública, así como el primer museo de animales y plantas de Nueva España. Ayudó a las misiones en California y Nuevo México, fundando nuevas poblaciones. Aunque había abundancia de granos, maíz y frijol, las epidemias mataban a mucha gente que tenía que ser enterrada en fosas comunes. Muchos enfermos estaban abandonados en plena calle.
          El duque de Linares puso mucho cuidado en la vigilancia de la Laguna de Términos, porque los ingleses seguían robando madera fina, especialmente palo de tinte. Se llevaron a cabo dos expediciones a Texas, donde fueron establecidas misiones y se fundó una colonia en Nuevo León que se llamó San Felipe de Linares. Explotó los minerales de Real de Asientos y Mapimí, prohibió la fabricación de aguardiente de caña y obligó al clero a comportarse en debida forma, sin dejar lugar a críticas o malos entendidos. Entregó el mando del virreinato en 1716 y murió en la Ciudad de México en junio del siguiente año.













Trigésimo sexto virrey
BALTASAR DE ZÚÑIGA
Y GUZMÁN
(Duque de arión, marqués de Valero)
(1716-1722)


Hizo su entrada solemne en la ciudad de México el 16 de agosto de 1716. Fue el primer virrey soltero que tuvo la Nueva España. Recibió la noticia de que había hambre en Texas y que por esa razón se iba a perder, porque los colonos abandonarían las poblaciones. De inmediato ordenó se socorriera a esa región y que se enseñase a los indios el cultivo de la tierra y la cría de ganado, para que se abastecieran en sus necesidades, como se hizo. Los caciques indígenas de La Florida reunidos en Panzacola quisieron venir a la ciudad de México, se les facilitó el viaje en un barco de la flota de Barlovento que los trajo a Veracruz y de allí en diligencia marcharon a la capital, donde fueron muy bien recibidos y bautizados y ofrecieron ser amigos de los españoles, compromiso que cumplieron. Durante esta época la Corona ordenó que el gobierno de Nueva España estableciera el monopolio del tabaco, desapareciendo las fábricas que antes lo labraban. Este negocio representó una gran percepción de dinero para el rey.
          Al mismo tiempo que se desalojaban definitivamente de la Laguna de Términos a los ingleses que se dedicaban al corte y al contrabando de maderas finas, el virrey se ocupó de ir colonizando el territorio de Texas y creó puestos avanzados para evitar que los franceses se establecieran en esos lugares. En la Sierra Gorda, del ahora Estado de Tamaulipas, se llevó a cabo la pacificación de los indios lipanes, estableciendo algunas misiones.
          El día de Corpus, después de la procesión y de regreso a palacio, el virrey fue agredido por un loco llamado Nicolás Camacho, quien no logró herirlo con un cuchillo por haber sido detenido a tiempo. Fue enviado al hospital de San Hipólito para enfermos mentales. Los franceses desembarcaron en Panzacola y fueron obligados a rendirse, sin gran dificultad. Ante la amenaza de una nueva invasión los colonos se retiraron a Coahuila, hasta que el virrey mandó al marqués de Aguayo con 500 milicianos para ocupar la bahía del Espíritu Santo, desalojando a los franceses que allí se habían establecido.
          Había un estado de guerra entre Francia y España porque el regente, el duque de Orleáns, en la menor eda de Luis XV, tenía antipatía por el primer ministro de España que era el cardenal Alberoni, ya que éste se había negado a dar más concesiones a Francia.
          El virrey Valero se ocupó en hacer que los franceses, que habían fundado colonias importantes en la isla Española, fueran desalojados. En 1720 se ajustó una paz definitiva y entonces hubo necesidad de emprender operaciones para arrojar a los daneses que se habían apoderado de San Juan y Santo Tomás, que fortificaron y en las que montaron artillería.
          Al efectuarse el matrimonio del príncipe de Asturias con la princesa de Orleáns el marqués de Valero fue nombrado mayordomo de Palacio en Madrid, por lo que tuvo que entregar el gobierno de la Nueva España. El marqués de Valero murió en Madrid en diciembre de 1727.













Trigésimo séptimo virrey
JUAN DE ACUÑA Y MANRIQUE
(Marqués de Casafuerte)
(1722-1734)



Fue el segundo criollo que gobernó a la Nueva España. Nació en Lima, Perú, en 1658 y desde muy joven entró al servicio militar en el que se distinguió desempeñando muy importantes cargos. Era comandante militar de los reinos de Aragón y Mallorca cuando fue nombrado virrey y presidente de la Audiencia de México, cargos que recibió solemnemente el día 15 de octubre de 1722. Desde un principio fue muy bien recibido por el pueblo, por ser criollo y por seleccionar a sus colaboradores no por influencias o recomendaciones sino por su capacidad para el trabajo. Este virrey encontró las cajas del erario casi vacías, por lo que puso personal atención en la cuestión hacendaria. Se ocupó primero en cubrir los adeudos pendientes y después de regular los gastos, con lo que se obtuvo más que suficiente dinero para enriquecer el tesoro, pacificó completamente la región del Nayar, enviando una expedición armada y estableciendo colonias; para artillar los puertos y los barcos de guerra, construyó una fundición de cañones en Orizaba e hizo que se ampliara el desagüe de las minas de Pachuca para poder trabajar nuevas vetas, así como organizó la explotación de las minas de estaño.

          Los ingleses seguían explotando el palo de tinte, entonces en la costa de Yucatán y en Belice, por lo que el virrey armó una expedición para desalojarlos; pero al llegar a esos parajes se encontró a una fuerza muy numerosa y bien armada apoyada por varios barcos de guerra de alto bordo, por lo que dicha expedición nada pudo hacer. Desde entonces los ingleses se negaron a abandonar ese territorio. Como las negociaciones diplomáticas que siguieron no dieron resultado, el virrey olvidó el asunto y se dedicó a reorganizar lo que estaba en su mano: Ulúa, isla del Carmen, Veracruz y las bahías del Espíritu Santo y Panzacola. Limitó con energía la acción de la Inquisición e impidió que se llevaran a cabo persecuciones y castigos por demás injustos.

          Dado su buen gobierno y honorabilidad, su mandato fue prorrogado a partir del tres de junio de 1727. Autorizó al señor Juan Francisco Sahagún de Arévalo Ladrón de Guevara para que publicara "La Gaceta de México" que había sido suspendida en 1722. Gracias a su petición ante el Papa, éste dio la bula para construir la Colegiata de Nuestra Señora de Guadalupe. El arzobispo, en presencia dle virrey y del Cabildo Metropolitano, estrenó la magnífica reja del coro de Catedral, que había sido forjada en Macao y traida por la Nao de China. Para evitar anarquía en las fundiciones artísticas de la plata hizo que todos los plateeros se establecieran en una calle céntrica llamada de San Francisco, que por esta razón fue nombrada de Plateros, hoy calle de Francisco I. Madero. Mandó construir el edificio de la Aduana con sus almacenes y depósitos y reconstruir la Casa de Moneda cuyos cuños y calidad le dieron gran fama en el mundo. Se acuñaron en 1730 más de diez millones de pesos de plata y 151,560 de oro, reglamentando rigurosamente peso, forma y ley que debían tener. Este virrey murió en la capital de Nueva España el 17 de marzo de 1734. Fue sepultado en la iglesia de San Cosme.








Trigésimo octavo virrey
JUAN ANTONIO DE VIZARRÓN
Y EGUIARRETA
(Arzobispo de México)
(1734-1740)



 Al morir el marqués de Casafuerte se reunió en acuerdo extraordinario la Audiencia, para abrir el pliego de mortaja en el que se encontró el nombramiento del arzobispo don Juan Antonio de Vizarrón para sucederle en el gobierno hasta la desición de la Corona. El descendiente de Cortés, duque de Montelone y marqués del Valle de Oaxaca, por tomar el partido de la Casa de Austria sufrió el confiscamiento de sus bienes.

Se vio obligado el virrey a luchar contra el excesivo contrabando que hacían los ingleses y como la Armada de Barlovento apresó en alta mar a cuatro barcos ingleses, estuvieron a punto de romperse las relaciones y el rey de Inglaterra dispuso se hiciera a la mar con destino a las costas de la Nueva España una potente escuadra, por lo que se produjo la alarma en Veracruz y en México, aunque mediaron gestiones diplomáticas y terminó el incidente.
          El virrey acudió a la Capitanía General de Guatemala a combatir a unos grupos indígenas armados y apoyados por los ingleses de Belice, que cometían asaltos y robos contra las poblaciones de la costa. Asimismo tuvo que mandar socorros a California donde los indios rebeldes asesinaron a dos misioneros jesuitas y a varios soldados. Dsipuso que la Armada de Barlovento desalojase a los daneses de la isla de Santa Cruz, pero dicha flota estaba dispersa frente a la costa de Veracruz y no se pudo reunir oportunamente. Prosiguió la campaña contra el bandidaje, evitando que los ladrones pudieran refugiarse en sagrado; ayudó a nombre de la Nueva España, con dos millones de pesos en plata, a la reconstrucción del Palacio Real de Madrid que se había incendiado en 1734. En 1736 se declaró una terrible epidemia de fiebre amarilla que mató a miles de indígenas porque se propagó a muchas ciudades y pueblos, al grado de que hubo necesidad de habilitar edificios públicos como hospitales. El virrey se ocupó en ayudar a miles de enfermos, sobre todo con alimentos y se logró al fin que terminara con tan grave desgracia.
          En 1739 los ingleses declararon la guerra a España amenazando con la invasión de las posesiones españolas en América, por lo que se dieron al virrey amplias facultades para gastos de guerra. Aumentaron las guarniciones de Ulúa y Veracruz y se tomaron otras providencias para impedir un desembarco de ingleses en las costas de Nueva España, ayudando también con armas, milicianos, víveres y dinero a los puestos militares de La Florida, Puerto Rico, Santo Domingo y Cartagena.
          El 25 de enero de 1747 falleció don Juan Antonio de Vizarrón, arzobispo-virrey y fue enterrado en la Catedral Metropolitana.














Trigésimo noveno virrey
PEDRO DE CASTRO Y FIGUEROA
(Marqués de Gracia Real)
(1740-1741)



 Este militar, quien también tenía el título de duque de la Conquista y caballero de Santiago y de San Genaro, fue nombrado virrey de la Nueva España en 1740. Embarcó en un buque de comercio holandés con destino a Cuba y Veracruz, más al llegar al litoral americano fue alcanzado por una fragata inglesa que estuvo a punto de hacerlo prisionero, aunque logró que echaran un bote al mar y junto con otros pasajeros y a la vista de San Juan de Puerto Rico, ganó ese puerto sin llevar con él ningún documento que lo acreditase. Posteriormente hizo el viaje de Puerto Rico a Veracruz a donde llegó el 30 de junio, y de alí escribió al arzobispo-virrey que por otro conducto había recibido aviso e instrucciones sobre el particular. Hizo su entrada oficial en la ciudad de México el día 17 de agosto del mismo año.
          Encontró a la Nueva España sobresaltada por el estado de guerra existente, amenazada en el norte por los franceses y sobre el gran litoral del Golfo de México por los ingleses, aunque hasta entonces no habían atacado Veracruz, que era el camino más directo y de más cuidado hacia la capital del virreinato. Se supo que intentaron apoderarse de San Agustín de La Florida, de donde fueron rechazados por la guarnición, muy exigua, que defendía esa plaza, por o que el virrey se apresuró a enviar trescientos hombres, armas, víveres y municiones, para reforzar a los defensores de aquel lejano lugar. Puso especial empeño en desaguar las minas de Zacatecas, para obtener mayores rendimientos; hizo una considerable remisión de "situados" -dinero con el que la Nueva España ayudaba a las posesiones españolas que tenían necesidades o carencias- a las Filipinas, para labor misionera y dio las órdenes pertinentes para limpiar el puerto de Veracruz, que estaba muy azolvado.
          Los ingleses, con su poderosa marina y jefes muy hábiles, se habían apoderado de algunos fuertes de Cartagena de Indias y Puerto Bello, teniéndose en México la seguridad de que intentarían un desembarco en Veracruz, por lo que el virrey hizo construir nuevos fortines artillados y bien orientados en Ulúa y mandó poner sobre las armas a una parte de la población para estar en capascdad de defender el puerto. Estos milicianos sacados de la población civil en forma de leva, formaron la guarnición y un batallón muy efectivo que se llamó de la Corona, famoso en el ejército realista durante la revolución de independencia.
          Estaba el virrey conde de la Conquista en Veracruz, revizando las obras de aquel puerto; cuando enfermó de una disentería hemorrágica. Fue traido apresuradamente a México, donde murió el 22 de agosto de 1741. Fue sepultado en el convento de la Piedad, a la salida sur de la ciudad.















Cuadragésimo virrey
PEDRO CEBRIÁN Y AGUSTÍN
(Conde de Fuenclara, caballero de San Genaro y del Toisón de Oro)
(1742-1746)




Diplomático distinguido, fue nombrado directamente por el rey Felipe V el 31 de enero de 1742; embarcó para Veracruz, a donde llegó el 5 de octubre. Se puso en marcha hacia la capital y en Jalapa alguien le informó que radicaba en México un caballero italiano llamado Lorenzo Boturini, quien había girado esquelas para coronar públicamente a Nuestra Señora de Guadalupe con una corona de oro, pidiendo ayuda a los obispos. A Fuenclara le causó extrañeza todo eso y llegado a México, donde hizo su entrada solemne el día 3 de noviembre, ordenó se hiciera una investigación, abriéndole causa a Boturini con cargos que nos parecen por demás superficiales. Se le redujo a prisión, le recogieron valiosísimos documentos, códices y mucho que tenía escrito sobre las antiguas culturas, que todo se perdió. Fue remitido a España a principios de 1744 junto con su proceso. se le dio autorización después para que regresara a México, lo que ya no pudo hacer y en Madrid escribió una historia antigua de México que no vio publicada puesto que murió en 1753.
          En 1743, recién llegado el conde de Fuenclara, reunió los caudales que se debían remitir a España, queriendo hacerlo vía Filipinas en el barco que hacía el servicio de Acapulco a Manila, llamado "Nuestra Señora de Covadonga"; pero en junio, al salir a alta mar, fue apresado por un corsario inglés llamado James Anson, que le quitó todo el dinero y la mercancía de valor.
          Encargó el virrey al geógrafo don José Villaseñor obtener datos para un informe a la Corte sobre las poblaciones de la Nueva España, y con ellos publicó un libro muy interesante al que llamó "Teatro Americano", publicado en el año de 1746.
En Puebla se produjo un motín por un asunto religioso sin importancia y el virrey ordenó se le reprimiera con tropas de la guarnición, resultando algunos heridos, lo que causó críticas para el conde de Fuenclara que, por otra parte, había realizado la reparación del acueducto de Chapultepec y la reconstrucción y ampliación de la calzada de San Antonio Abad, que estaba muy abandonada; hizo explorar la barra de Tampico y establecer poblaciones en la Sierra Gorda, en Tamaulipas. El virrey enfermó y solicitó ser relevado de su cargo, lo que le fue concedido en noviembre de 1745, por lo que regresó a España en julio de 1746, siendo nombrado embajador en Viena. De regreso a Madrid murió el 6 de agosto de 1752.




CASA DE BORBÓN
Durante el Reinado de Felipe VI


VI nació en Madrid en 1713, era hijo de Felipe V y María Luisa Gabriela de Saboya.
Durante el reinado de su padre, Fernando VI no tuvo acción política alguna debido a que sus relaciones con su madrastra, Isabel de Parma, eran muy malas. Ella lo veía como un gran obstáculo para que sus hijos pudieran alcanzar el trono y las riquezas de España.
Gobernó únicamente de 1746 a 1759 pero fueron años de paz, tranquilidad, abundancia y renacimiento para España. Mejoró notablemente la administración interna del reino.
Bajo su reinado la Nueva España tuvo dos virreyes.
Contrajo matrimonio con Bárbara de Braganza y a la muerte de ésta el Rey enloqueció. Tuvo los mismos síntomas de locura que su padre Felipe V. Murió en Villaviciosa de Odón en 1759.


Cuadragésimo primer virrey
JUAN FRANCISCO DE GÜEMES
Y HORCASITAS
(Conde de Revillagigedo, gobernador de la Habana,
capitán general de la isla de Cuba)
(1746-1755)


Nacido en Reinosa en 1681, hizo carrera en el ejército español en el que se distinguió por su valor, inteligencia y orden administrativo. Fue enviado a Cuba porque esta isla era iun problema militar de gran importancia, que requería de una persona hábil como lo era el primer conde de Revillagigedo. Desempeñando ese cargo recibió el nombramiento de virrey de la Nueva España, todavía firmado por el rey Felipe V que murió ese año. Recibió el puesto en la ciudad de México, ante el Cabildo y la Audiencia, el 9 de julio de 1746. Como había necesidad de prestar socorro económico para cubrir variados gastos, entre ellos la paga de las guarniciones de La Florida, así como sus vituallas, armamento y equipo y el numerario había sido en gran parte enviado a la metrópoli, el virrey mandó acuñar 150,000 pesos de circulación limitada al Virreinato; pero con mucha observación se dio cuenta de las grandes fugas que sufría el erario por descuido en el manejo de los gastos e ingresos, por lo que nombró personal capaz que se encargara de enmendar dichas fallas.

La guerra contra los ingleses seguía y llegó la información de que se había alistado en la dársena inglesa de Porstmouth una escuadra de 17 navíos de línea y transportes para operar un desembarco en las posesiones españolas en América. ¿Podría ser la Nueva España, la más factible y codiciada? El virrey se ocupó de tomar todas las providencias para la defensa de las tierras a su cargo. Llegó a México la noticia de la muerte del rey Felipe V, acaecida el 9 de julio; se le hicieron honores póstumos con gran solemnidad, mientras se preparaban para 1747 las festividades por la jura de Fernando VI, lo que Revillagigedo llevó a cabo con las fórmulas acostumbradas. Para aumentar los ingresos fiscales autorizó el juego de naipes, que había sido suspendido por el conde de Fuenclara. El contrabando continuaba en forma muy nutrida, por lo que dio órdenes rigurosas para revisar cuidadosamente todos los barcos que arribasen a los puertos novohispanos, lo que no remedió las cosas porque el contrabando se hacía por medio de buques extranjeros que atracaban por las noches en playas abandonadas y entregaban sus cargas ilegales a gente del país. Se decía que hasta la virreina vestía con telas inglesas o de Flandes traídas de contrabando.
          El virrey fue cuidadoso vigilante de que los empleados cumplieran con su deber; manejó el gobierno con desinterés y honradez, hizo que los ingresos del virreinato aumentasen, aunque la minería mermó por la carencia y carestía d azogue; creció el número de barcos de la flota que cubría el servicio de Veracruz a La Habana y aunque se estaba en muy buenas relaciones con Francia, Revillagigedo vigiló que los franceses no se aposentaran en territorios de la Nueva España. Por quejas constantes del comercio español y de sus intereses, principalmente en América, se rompieron relaciones con la Liga Hanseática de Hamburgo por lo que en Veracruz se impidió el anclaje de esos barcos, que traían mucha mercadería, y esto aumentó el contrabando.
          El virrey Horcasitas hizo fundar una nueva colonia en el norte, para lo que comisionó al coronel José de Escandón que fundó Nuevo Santander, hoy Tamaulipas y estableció once pueblos que recibieron entre otros los nombres del virrey, de su esposa y del propio Escandón, quien por sus servicios fue premiado por la Corona con el título de conde de Sierra Gorda.
          El virrey primer conde de Revillagigedo fue quien dispuso el manejo regular de la documentación, ordenó que se manejaran los asuntos civiles independientemente de los eclesiásticos y de esta suerte se inició lo que iba a ser el Archivo General de la Nación. Como las potencias en Europa llegaron a un acuerdo de paz en la ciudad de Aquisgrán, el 30 de abril de 1748, España debería pagar lo que debía a Inglaterra y esta devolvería las plazas tomadas, por lo que el virrey Horcasitas pudo emplear los gstos de guerra en otras empresas, como la colonización completa de Nuevo Santander. Hubo un fuerte incremento del comercio y el contrabando disminuyó grandemente; sobrevino un año de carestía de granos y semillas, por lo que el gobierno virreinal tuvo que acudir en ayuda de las clases menesterosas para evitar que hubiera muertos por hambre, aunque pronto cosechas muy abundantes remediaron los males.
          Con la apertura franca del comercio en el mar, sin más temor que a los piratas ingleses que acostumbrados a ejercer el corso entonces practicaban el robo en el mar para provecho propio, aumentó la llegada del azogue de las minas de España, con lo que volvió a su fuerza anterior la minería. Aumentaron las guarniciones en los presidios, de Texas principalmente, porque los franceses no dejaban de hacer intentos para apoderarse de ese territorio. En esa época se prohibió radicalmente que se hiciese comercio por proveedores o "registros sueltos", ordenándose que en lo sucesivo fuera por el sistema de "flotas" y que la primera saliera el 2 de junio de 1756.
          El virrey, oportunamente, depositó en La Habana el dinero con el cual la Nueva España debía colaborar para los gastos de aquella guerra. Compró fusiles, cañones y pertrechos para una expedición que se iba a enviar a Belice; llevó a cabo la pacificación de las tribus indígenas de Sinaloa y del sur de Sonora, fundando algunos presidios. A pesar de todo esto algunas crónicas acusan al conde de Revillagigedo de haber acumulado una enorme riqueza; sin embargo, cuando dejó el gobierno lo hizo con xobrante de dinero y de abastecimientos, en bonanza. El 9 de noviembre de 1755 entregó el mando y regresó a España, donde ocupó la residencia del Consejo de Guerra.




Cuadragésimo segundo virrey
AGUSTÍN DE AHUMADA Y VILLALÓN
(Marqués de las Amarillas.)
(1755-1760)




Este militar desempeñaba el gobierno de la ciudad de Barcelona cuando fue nombrado virrey de la Nueva España, cargo que desempeñó del 10 de noviembre de 1755 hasta su muerte acaecida en la ciudad de México el 5 de febrero de 1760. En 1756 se ocupó de arreglar irregularidades del clero de Puebla, el que concedía autorización a personas de poca confianza para la fabricación de aguardiente y para explotar casas de juego.
          En 1757 se sublevaron mil indios comanches en Texas, cometiendo muchas depredaciones y crímenes, por lo que se enviaron partidas de tropas a ese territorio que quedó otra vez bajo el control del Virreinato. Continuó las obras del desagüe del valle de México y le dio impulso a la minería, recabando grandes ganancias para la hacienda, aunque se estaba lejos de tener tranquilidad, puesto que los franceses no dejaban de invadir tierras en la costa de Texas y los envíos a España no estaban seguros, ya que en el Golfo de México los piratas, casi todos de orígen inglés, asaltaban los barcos teniendo siempre en grave zozobra al comercio y a los pueblos de la costa. Por esta época, en la hacienda de San Miguel del Jorullo, de la jurisdicción de Ario, Michoacán, propiedad del señor Andrés Pimentel, surgió un volcán que hizo que todas las rancherías y poblaciones fueran abandonadas, por lo que el virrey se ocupó de dar asentamientos en otros sitios, cubriendo hasta de su peculio los gastos para el auxilio de esa gente.
          El virrey, que hacía ya algún tiempo estaba enfermo, murió y fue sepultado en la iglesia de la Piedad. Su familia quedó en la pobreza, por lo que se obtuvo de las cajas de hacienda el dinero necesario para que pudieran regresar a España.


Cuadragésimo tercer virrey
FRANCISCO CAJIGAL
DE LA VEGA
(Caballero de la Orden de Santiago y teniente general de los Reales Ejércitos, gobernador de la isla de Cuba)
(1760)


 Cuando murió el marqués de las Amarillas, la Real Audiencia de México abrió el pliego de mortaja y encontró que se nombraba virrey de Nueva España al gobernador de Cuba, por lo que éste salió de la Habana el día 28 de marzo para llegar a Veracruz en los primeros días del mes siguiente. Hizo su entrada en México el 28 del mismo mes y se ocupó de inmediato en revizar el estado de cuentas de la hacienda; concedió libranza de derechos por diez años a los productos provenientes de La Florida y de Panzacola, con lo que ayudó mucho a la economía de aquellas lejanas gubernaturas; declaró libres de alcabalas los productos de hierro y acero, para el beneficio de la minería. Para aumentar los ingresos vendió los derechos de naipes y de recaudaciones de la Aduana de Veracruz, por cinco años. Hizo ascender los efectivos del ejército a 3,000 hombres y a su hijo lo nombró comandante de la compañía a caballo de los guardias virreinales.
          Como Fernando VI había muerto subió al trono español el rey Carlos III y fue expedido un indulto general que sin embargo no agració a muchos presos porque estaban en las excepciones. Este virrey no fue honrado y dispuso que se le otorgara un sueldo muy alto y se le cubriesen los gastos, muy caros, de su viaje de ida y de regreso a La Habana, a donde llegó de nuevo como gobernador.



CASA DE BORBÓN
Durante el Reinado de Carlos III



          Don Carlos de Borbón, hijo de Felipe V y la Reina Isabel de Parma, nació en Madrid en 1716. Fue duque de Parma y Rey de Nápoles. Al morir su medio hermano, Fernando VI, fue nombrado Rey de España y dejó a su tercer hijo, Fernando, como Rey de Nápoles. Contrajo matrimonio con María Amalia de Sajonia.
Su principal interés durante todo su reinado fue devolver a España su poder económico y político. Su gobierno fue de tal absolutismo que muchas veces se le llegó a considerar como un gobernante tirano. Por ello, al ver amenazado su poder absoluto por los jesuitas, los mandó expulsar de España y de todas sus colonias. Fue en esta época que la Corona logró someter a la Iglesia.
Una de sus principales cualidades era que sabía escoger muy bien a sus ministros y supo mejorar constantemente a su gibierno poniendo a hombres muy valiosos en los puestos más importantes.
En cuanto a su política externa no fue muy buena. Tuvo guerra con los ingleses: perdió La Florida; su poder naval se debilitó; no quizo reconocer la independencia de los Estados Unidos de Norte-América. En esa época floreció en España la agricultura, el comercio y la cultura. Al morir en Madrid, en 1788, dejó una España mucho más próspera que la que había encontrado.
Durante su reinado envió a la Nueva España nueve virreyes.





Cuadragésimo cuarto virrey
JOAQUÍN DE MONTSERRAT
(Marqués de Cruillas)
(1760-1766)




  A principios de 1760 fue nombrado virrey de la Nueva España don Joaquín de Montserrat, marqués de Cruillas, quien el 19 de septiembre del mismo año recibió en Otumba el bastón de mando y entró a la ciudad capital del Virreinato el 6 de octubre. Desde un principio este virrey se ocupó en desarrollar un plan que tenía para organizar un verdadero ejército colonial. A su paso por Puebla revistó a un batallón de milicias formado por negros y mulatos armados en forma muy irregular, por lo que desde luego hizo un pedido de fusiles a España para armarlos debidamente. En 1761 ocurrió una gran epidemia de viruela, que como siempre se cebó principalmente en los indígenas al grado de que en la ciudad de México hubo unos 15,000 muertos y en Puebla una cantidad que probablemente haya llegado a los 80,000. El gobierno virreinal ayudó con mucho dinero para paliar las desgracias ocasionadas por esta tremenda enfermedad y las cajas de la hacienda casi quedaron vacías, por lo que el virrey ordenó que no se compraran mercancías caras, que se pagasen los impuestos retrasados y que no se ocultaran víveres ni granos. Tuvo que mandar además auxilios militares a Sonora, por haberse producido una rebelión de indios pimas y seris contra el maltrato por parte de los colonos españoles. Los indios sublevados mataron a los soldados de dos presidios y al gobernador, y escaparon a la sierra, aunque finalmente fueron sometidos.
          Acabada de hacer la solemne juramentación de Carlos III como rey de España, se produjo el estado de guerra contra los ingleses que con gran audacia se apoderaron de la Habana, amenazando con desembarcar de un momento a otro en Veracruz, por lo que inmediatamente el marqués de Cruillas dispuso fueran pertrechadas bien las fortalezas y que se hicieran obras de defensa en una gran faja tierra adentro. Se levantaron nuevas tropas, que si en un principio dejeban que desear fueron organizándose y disciplinándose al grado de que llegaron a ser muy efectivas. Para escoltar las mercancías el comercio de México organizó dos compañías de granaderos, negros y mulatos, a los que el pueblo llamaba "los morenos". El comerciante Juan de Lasaga, encabezando a un grupo de hombres de negocios de aquel puerto, formó otra compañía, cuyos sueldos, equipo y armamento cubrían esos comerciantes. Surgieron batallones y regimientos provinciales en México; el batallón del Príncipe y de Nueva España, el de Valladolid, los de León, Puebla y Oaxaca, escuadrones de caballería y muchas milicias en las ciudades grandes. El marqués de Cruillas es el organizador del primer ejército mexicano. Las tropas estaban formadas por mestizos, negros y mulatos. Los indios no entraban en el servicio militar.
          Durante el gobierno de Cruillas hubo otras calamidades como una grave inundación en Guanajuato, que paralizó el trabajo en las haciendas de beneficio de plata y una epidemia de fiebres que produjo gran mortandad. Se firmó la paz con Inglaterra, que devolvió La Habana aunque se quedó con Panzacola y definitivamente con el territorio de Belice. Como los oficiales de las tropas eran voluntarios de familias acomodadas que nada sabían de lo relacionado con el servicio castrense, el virrey pidió a España que le enviasen instructores. Llegó a Veracruz el 1º de noviembre de 1765 el teniente general don Juan de Villalba acompañado por cinco generales y otros jefes, oficiales y tropa, como instructores. Para arreglar administrativamente a la Nueva España arribó el visitador don José de Gálvez, con plenos poderes para introducir reformas de fondo y nuevos conceptos en el manejo de la economía del Virreinato.
          Gálvez dejó en un principio que las cosas siguieran tal y como las manejaba el virrey, quien tuvo que hacer concesiones a los mineros de Guanajuato que se habían sublevado; creó nuevos presidios en el norte y prosiguió las obras del desagüe de la Ciudad de México. Gálvez, después de realizar muchos viajes al interior del país y de observar y estudiar todos los problemas que eran planteados en el Virreinato, empezó a intervenir, por lo que el virrey se disgustó, renunció al cargo y regresó a España.









Cuadragésimo quinto virrey CARLOS FRANCISCO DE CROIX
(Marqués de Croix)
(1766-1771)





Este virrey, de origen flamenco, nacido en 1699, sirvió en el ejército español habiendo sido comandante de la guarnición de Ceuta, en África y después capitán en Galicia, donde recibió el nombramiento de virrey de la Nueva España. Llegado a Veracruz a mediados de julio de 1766, marchó a la Ciudad de México y recibió el poder en la población de Otumba, como se acostumbraba. Quiso establecer el servicio militar por sorteo, cual se hacía en el ejército prusiano, pero esto provocó descontento principalmente en la Intendencia de Michoacán o Valladolid.
Como los indios seris y primas habían vuelto a sublevarse y cometían muchos desmanes en Sonora, se envió a una columna expedicionaria a la cual se unió el visitador Gálvez, para conocer esa región. Durante el gobierno del marqués de Croix llegó la orden secreta firmada por el rey Carlos III para expulsar de todos los dominios españoles a los jesuitas, a partir del día 25 de junio de 1767. Con tropa fueron sacados de sus conventos y colegios, dejándolos llevar con ellos apenas algunas prendas de ropa. Esta radical medida provocó una franca rebelión, especialmente en las ciudades de Guanajuato, Pátzcuaro y Valladolid.
El virrey procedió con mano muy dura contra los rebeldes, ahorcando a los encabezadores de motines. Al ser publicado el decreto de expulsión, éste decía: "Por motivos reservados a la real conciencia del soberano y que debían saber de una vez los vasallos de Su Majestad, que habían nacido para obedecer y no para mezclarse en los altos negocios del gobierno". Por ese tiempo empezó a ser notada una especie de pugna entre criollos y peninsulares. Cuando la expulsión de la Compañía de Jesús, las sublevaciones que se produjeron dieron lugar a que se asesinara a españoles; se maltrató a las personas y se rompieron retratos del rey. De todo esto tenía conocimiento el virrey, quien lo puso en un informe secreto que mandó a la Corona.
El rey Carlos III que tan severo se había mostrado con los jesuitas, protegió a la Inquisición y le dio su apoyo. Los cleros regular y secular, que se creyeron amenazados por lo ocurrido a los jesuitas, se dieron a murmurar contra el régimen al grado de que el virrey les hizo saber que serían castigados los religiosos que se inmiscuyeran en asuntos del gobierno. Fue suprimido el "Diario Literario" que publicaba el padre don José Antonio Alzate, el que sólo se ocupaba de asuntos literarios y científicos.
Como los rusos tenían establecimientos en el norte de América y podían llegar hasta California, el visitador Gálvez marchó a inspeccionar los territorios de Baja California, Sonora y Alta California, para dictar medidas que los protegiesen. En 1769, para aumentar las recaudaciones, el virrey dispuso el establecimiento de la Lotería de Nueva España, que dio muy buenas ganancias. Se intensificó la enseñanza del castellano entre los grupos indígenas que hasta entonces sólo hablaban sus idiomas nativos. Los indios apaches y comanches fueron batidos en la Nueva Vizcaya, por las milicias presidiales al mando del capitán don Bernardo de Gálvez.
Hubo desórdenes y tumultos en algunos centros mineros como Guanajuato y Pachuca, contra las pagas bajas que se daban a los trabajadores, por lo que el virrey, de acuerdo con los dueños de minas, dispuso se aumentase el salario. El virrey mandó construir en Perote, Veracruz, la fortaleza de San Carlos, en honor del rey y como punto de resistencia para rechazar un desembarco en la costa que pusiera en peligro a la capital del Virreinato.
 El 22 de septiembre de 1771 el marqués de Croix entregó el mandato del virreinato a su sucesor, don Antonio María de Bucareli. De Croix regresó a España, siendo nombrado capitán general de la provincia de Valencia, en donde murió algunos años después.




Cuadragésimo sexto virrey
ANTONIO MARÍA DE BUCARELI
Y URZÚA
(??????)
(1771-1779)



Este virrey, uno de los más preclaros que tuvo la Nueva España, era sevillano, hijo de familia noble. Ingresó en el ejército como voluntario en un regimiento de infantería y ascendió rigurosamente hasta capitán general. Se distinguió en las campañas de Italia por lo que fue enviado como gobernador general a la isla de Cuba, donde se ocupó en arreglar las milicias y construir las fortalezas del Príncipe y del Morro. En La Habana recibió el nombramiento de virrey de la Nueva España.

          Llegó a Veracruz el 23 de agosto de 1881, recibió el mando en San Cristóbal Ecatepec y entró en México el 23 de septiembre siguiente. Como se estaba en paz redujo los efectivos del ejército para evitar gastos, aunque puso especial atención en reforzar los contingentes de los presidios del norte, para perseguir a los indios apaches y julimes que no dejaban de hacer terribles correrías por lo que hoy es el estado de Coahuila. Los indios que caían prisioneros eran deportados junto con sus familias a Cuba.

          Trató de lograr la reconciliación entre los franciscanos y los dominicos, divididos por la conquista evangelizadora de California. Prohibió la introducción de géneros extranjeros y mandó recoger la moneda circulante para poner en uso la que traía la efigie de Carlos III. Fundó el hospital militar en el antiguo Colegio de San Andrés. En 1772 fue creado el puerto de San Francisco de California y el presidio en un lugar muy apropiado que descubrieron los exploradores capitán de milicianos presidiales Pedro de Fagos y misionero fray Juan Crespi, quienes salieron del campamento militar de San Diego. Como la explotación de la minería se hacía en forma, siguiendo el criterio de cada propietario de fundo, Bucareli dispuso se efectuase una reunión de mineros el 3 de mayo de 1774; de allí emanaron ordenanzas para esa industria, que dieron grandes resultados.

          El gobierno progresista de Carlos III, a principios de enero de 1774, dio la real cédula que permitió el libre comercio entre la Nueva España, el Perú y el recién creado Virreinato de la Nueva Granada, hoy Colombia. Este asunto fue promovido por el virrey Bucareli ante los ministros liberales de la Corona. Un minero muy rico, el conde de Regla, don Pedro Romero de Terreros, quien ya había prestado al virrey marqués de Croix cuatrocientos mil pesos y a Bucareli ochocientos mil, regaló a la Marina un navío de ochenta cañones. Dotó al colegio de Pachuca con mil pesos mensuales y fundó el Monte de Piedad para socorrer las urgencias del pueblo.
          En julio de 1776 se otorgó a los mineros el derecho a formar un cuerpo similar a los consulados del comercio, que tenían mucha libertad en el manejo de sus negocios y se limitaban a entregar sus contribuciones, todas ellas muy ricas, a la real hacienda. Aseguraba el barón de Humboldt que los trabajadores de la minería de Nueva España eran de los mejor pagados en el mundo, o cuando menos mejor pagados que los de los estados alemanes. El administrador del ramo de minas fue don Lucas de Lasaga y el director, el famoso científico mexicano don Joaquín Velázquez de León. Se presentó el problema administrativo del control de los lejanos territorios del norte, por lo que se propuso la creación de las comandancias de las Provincias Internas de Occidente, del Norte y de Oriente, California, Nuevo México, Coahuila y Texas.
          En la Ciudad de México fue inaugurado un hospital para pobres y se amplió y arregló al de San Hipólito, para dementes; empezó la construcción de la fortaleza de San Diego, en Acapulco, como punto de apoyo militar y naval para la base principal que sería ese puerto en el comercio con la América del Sur.
          Al virrey Bucareli le tocó terminar la fortaleza de San Carlos, que fue construida con nuevos conceptos de táctica e iniciada por el virrey de Croix en la llanada de Perote, Veracruz. Cuando se empezaba a obtener los beneficios de las mejoras en el comercio, en la industria minera y en la iniciación de liberalismo económico, el virrey don Antonio María de Bucareli falleció en la Ciudad de México el día 9 de abril de 1779, a consecuencia de un ataque de pleuresía. Fue enterrado, en medio de la tristeza del pueblo que de veras lo quería, en el cementerio adjunto a la Colegiata de Guadalupe.




Cuadragésimo séptimo virrey
MARTÍN DE MAYORGA
(Caballero de la Orden Militar de Alcántara
y mariscal de campo de los Reales Ejércitos)
(179-1783)



          Fue presidente de la Audiencia de Santiago de los Caballeros de Guatemala y capitán general de ese reino donde tuvo muchos problemas insuperables. Cuando la Audiencia de México abrió el pliego de mortaja del virrey de Bucareli se supo que éste nombró a don Matías de Gálvez, quien iba a ser gobernante de Guatemala; pero como la Corona le dio otro destino, el nombramiento para el Virreinato de la Nueva España recayó en el mariscal de campo don Martín de Mayorga, quien llegó a la ciudad de México el 23 de agosto de 1779 y se encontró de inmediato con que había de alistar al Virreinato para las contingencias de la guerra que Francia y España declararon a Inglaterra. Dispuso reforzar a La Habana, al mismo tiempo que mandaba una expedición a La Florida al mando de don Bernardo de Gálvez, para ayudar a los colonos que se habían levantado en armas contra Inglaterra.
          En México se desató una epidemia de viruela que se extendió por muchas ciudades produciendo muerte y desolación al grado de que el virrey, quien gastó muchos fondos en socorrer a los enfermos y moribundos presentó su renuncia, que no le fue aceptada. En enero de 1780 se sublevaron los indígenas en Izúcar, del hoy Estado de Puebla, siempre por el maltrato de que eran víctimas. Los capitanes José Antonio de Urízar y Tomás Pontón se encargaron de someter a los rebeldes, que en gran número fueron enviados a La Habana para servir en la flota como marinería.
          El virrey Mayorga se ocupó mucho de embellecer la ciudad, mandó empedrar las calles y limpiar las acequias y acueductos para evitar otra epidemia. Dispuso que el intendente de Puebla se ocupara de reunir la "Historia Antigua de la Nueva España" escrita por el padre don Mariano Veytia, de gran importancia, así como algunos documentos e informes que había escrito don Lorenzo Boturini. Gracias a esa disposición, tales obras, tan importantes, no se perdieron. Seguramente el virrey Mayorga no se sentía bien de salud porque, argumentando eso, insistió en que se le relevara del cargo. Finalmente llegaron las órdenes para que se le entregara el gobierno virreinal a don Matías de Gálvez, quien se encontraba como capitán general en Guatemala. El 28 de abril de 1783 cedió Mayorga el mando, embarcó para España y al llegar al puerto de Cádiz murió. El vulgo decía que fue envenenado pr el mismo Gálvez, quien era su enemigo, por haber ocupado aquél el Virreinato en su lugar, pero eso nunca pudo ser comprobado.




Cuadragésimo octavo virrey
MATÍAS DE GÁLVEZ
(General de Ejército Real)
(1783-1784)
         



Nació en un pueblo de Málaga llamado Macharaviaya, en 1717. Su familia fue de agricultores. Era hermano de don José de Gálvez, visitador de Nueva España y muy hábil administrador. Don Matías sentó plaza en el ejército y se distinguió en campaña, por lo que fue ascendido y se hizo notar, así como por la influencia de su hermano José, que era muy conocido y distinguido en la Corte.
          Don Matías fue padre de don Bernardo de Gálvez, quien lo sucedió en el Virreinato de la Nueva España; en 1779 fue nombrado presidente de la Audiencia y capitán general de Santiago de los Caballeros de Guatemala. En el pliego de mortaja del virrey Bucareli, muerto de un momento a otro, la autoridad que representaba a la Audiencia de México encontró que se mencionaba para recibir el virreinato novohispano "al capitán general de Santiago de Guatemala", sin citar nombre; aunque ya estaba nombrado para tal puesto don Matías de Gálvez, no había tomado posesión del cargo que desempeñaba por nombramiento real don Martín de Mayorga, quien pasó a México a hacerse cargo del gobierno. Don Matías de Gálvez, tipo ambicioso, sin cultura y rencoroso, le cobró profunda enemistad a Mayorga al grado de que la gente aseguraba que lo había envenenado.
          En la capitanía general de Guatemala don Matías de Gálvez se mostró activo y organizador; rechazó a los ingleses de San Fernando, en la bahía de Honduras; pero por las distancias y escasos recursos no pudo acudir en auxilio del fuerte de San Juan, en Nicaragua, que cayó en poder del enemigo; empero las operaciones dirigidas por Gálvez, quien era militar con mucha experiencia, hicieron que los ingleses se rindieran el 5 de enero de 1781. El rey Carlos III, para premiarlo y acceder a las peticiones de Mayorga, que deseaban entregar el gobierno de México, le dio el cargo. Fue el último virrey que hizo su entrada en la Ciudad de México a caballo, solemnidad que ocurrió el 28 de abril de 1783. Para su mejor administración, cuidado, vigilancia y manejo, dividió a la ciudad en cuatro cuarteles; mejoró el servicio de policía, hizo crear nuevas acequias y limpiar las existentes, resanar los conductos de agua potable y empedrar las calles de La Palma, Monterilla y San Francisco. Ayudó al establecimiento de la Academia de las Nobles Artes de San Carlos, fundada por cédula real del 25 de diciembre de 1783, comprando una valiosa colección de estatuas en yeso y copias de las más célebres obras griegas y romanas.
          Levantó estadísticas de los coches, que resultaron ser 637; del tráfico por el canal de La Viga y San Lázaro, de los carros y cargas en acémilas y de semillas, comestibles y objetos de comercio. Creó las cajas de comunidad para indios, con el objeto de que se ayudaran económicamente en forma mutua e ir interesándolos en los negocios; ordenó que se siguieran reuniendo todos los papeles y documentos dispersos relacionados con la historia de la Nueva España, con el objeto de dar una información completa para ayudar en la formulación de una Historia General de las Indias, sobre la que se estaba trabajando en Madrid y en Sevilla. Concedió a don Manuel Valdés el privilegio de publicar de nuevo la "Gaceta", periódico del Virreinato que había sido suspendido por el Marqués de Croix. Se sintió enfermo el virrey, a la edad de 67 años, e hizo concurrir a la Audiencia en extraordinario el día 3 de noviembre de 1784. Ya casi sin uso de razón entregó el gobierno y murió ese día a las ocho de la noche.






Cuadragésimo noveno virrey
BERNARDO DE GÁLVEZ
(Conde de Gálvez)
(1785-1786)


          

 Este joven militar nació en Málaga, hijo de don Matías de Gálvez. Sentó plaza en un regimiento de infantería y tomó parte en la campaña de Portugal, en la que ascendió a teniente. En 1756, acompañando a su tío y a su padre, intervino en varios encuentros en las guerras contra los apaches que constantemente estaban en rebelión y cometían muchos daños, asesinatos y robos. Salió herido en muchas ocasiones, hasta de gravedad.
           En 1762 pasó a España y fue enviado a la campaña en Argel, donde lo hirieron también de gravedad. Su conducta en campaña, muy distinguida, le valió el ascenso a coronel y el cargo de profesor en la Academia Militar de Ávila, mientras se reponía por completo de sus lesiones. En 1779 fue enviado como gobernador militar de Luisiana, antiguo territorio francés que pasó a poder de España. En ese cargo se desempeñó con mucha distinción y se le promovió al empleo de general. Vuelto a Europa tomó parte en la campaña de Holanda. La energía y cuidadosa atención que ponía para el desempeño de las comisiones que le confiaban, sobre todo de tipo militar, hicieron que el rey lo mandara como capitán general de la isla de Cuba.
           Se había distinguido en el gobierno de Luisiana combatiendo a los ingleses y ayudando eficientemente a los colonos norteamericanos que luchaban por su independencia. En Cuba recibió el nombramiento de virrey de Nueva España, llegó a Veracruz el 26 de mayo de 1785 y entró solemnemente en la Ciudad de México a mediados de junio del mismo año. Era de trato sencillo, amable y franco. Se presentaba en público en una carretela de dos caballos, descubierta, que muchas veces él mismo conducía; asistía a las corridas de toros y a romerías y fiestas públicas, siendo recibido con alegría y aplausos.
          Llegó a ser muy popular, aunque se le criticaba principalmente por parte de la Audiencia por su carácter, que parecía poco formal. Cuando hubo heladas y hambre, de su propio dinero y de otro que obtuvo prestado compró maíz y frijol para dar a los necesitados. Abrió obras públicas, para dar trabajo a la gente. Reconstruyó el Castillo de Chapultepec, que era una casona abandonada; comenzó la instalación del alumbrado público y la construcción de las torres de Catedral, así como la continuación de las obras del camino a Acapulco. Como supiera que los indios eran llevados a ese trabajo a grandes distancias y sin abonarles jornal, dispuso que se impidiesen tales abusos. Se ocupó de intensificar las labores en los campos, para aumentar la producción y evitar la escasez de maíz y frijol, que continuaba.
          Hizo que su hijo, que era todavía un niño sentase plaza como soldado en un regimiento y con ese motivo dio una magnífica fiesta en la azotea de palacio. En cierta ocasión, dirigiéndose el virrey, montado a caballo, a reunirse con la Audiencia, se encontró con una escolta que llevaba a tres reos al patíbulo; suspendió la ejecución y después obtuvo su libertad. La nueva España estaba muy satisfecha con el virrey y lo supo el ministro Floridablanca, quien lo felicitó y lo hizo subdelegado de correos, postas y estafetas, al mismo tiempo que le otorgó una partida de dinero para reforzar las guarniciones de las Provincias Internas y combatir a los indios bárbaros que cometían muchas depredaciones.
          Empero la Audiencia no estaba de parte del virrey; hizo saber que la popularidad de Gálvez era sospechosa y que hasta podría alzarse con la Nueva España. La Corte reprendió al virrey severamente, lo que hizo que se convirtiera en un ser melancólico y huraño. Empezó a sentirse enfermo, dejó de salir y estuvo en cama. Una enfermedad nerviosa, probablemente de origen hereditario, lo llevó a la tumba el día 30 de noviembre de 1786. Murió en el palacio arzobispal de Tacubaya; fue trasladado el cadáver a la ciudad para ser sepultado en el cementerio de San Fernando.






Quincuagésimo virrey
ALFONSO NÚÑEZ
DE HARO Y PERALTA
(Arzobispo de México)
(1787)



          Este virrey interino era de una vasta cultura. Estudió en las universidades de Toledo y Bolonia. Fue catedrático en la Universidad de Ávila. Hombre estudioso e inteligente, además de su propio idioma sabía latín, griego, hebreo, francés e italiano. En 1771 fue presentado al rey Carlos III para que se hiciera cargo del arzobispado de la Nueva España, el que recibió el día 12 de septiembre de 1772. Tomó a su cargo los hospitales de San Andrés y San Juan de Dios. Fundó el Asilo de Niños Expósitos, el Convento de Capuchinas y el Seminario de Tepozotlán; enriqueció con muchos libros la biblioteca del arzobispado y otorgó becas y premios a los seminarios que se distinguían.
          Cuando ejercía la Audiencia el gobierno interino, el arzobispo Núñez de Haro recibió la cédula por la cual se le nombraba virrey, cargo que recibió el 8 de mayo de 1787. Tuvo algún incidente con la Audiencia, porque ésta se negaba a que fuera su presidente. Al tomar el mando llevó a cabo el establecimiento de un jardín botánico, con plantas que hizo traer de todas las provincias. Durante su gobierno fue planteado el sistema llamado de intendencias, propuesto pr el visitador Gálvez.
          Trató de ayudar a la población indígena, haciendo que suprimieran los repartimientos; pero sus órdenes no fueron obedecidas. Remitió una fuerte cantidad de dinero a La Habana, para la compra de negros que se hacía a los ingleses y holandeses. Estas compras se hacían como negocio; pero ya no hubo concesiones a negreros ingleses o franceses, que hacían sus tratos en Veracruz. El 16 de agosto del mismo año entregó el mando de la Nueva España al virrey don Manuel Antonio Flores y regresó a hacerse cargo del arzobispado, en el que murió a la edad de 70 años en 1800.











Quincuagésimo primer virrey
MANUEL ANTONIO FLORES
(Caballero de la Orden Militar de Calatrava)
(1787-1789)



Originario de Sevilla, hizo su carrera sirviendo en la marina de Su Majestad. Tuvo el mando de varias embarcaciones de guerra, para combatir a los piratas tanto en el Mediterráneo como en las posesiones españolas de América. Se distinguió por su valor y conocimientos, fue comandante del Departamento Naval de El Ferrol y el 3 de diciembre de 1775 se le nombró virrey de la Nueva Granada, hoy Colombia, cargo que desempeñó con eficiencia durante 11 años.
          En 1787 fue nombrado virrey de la Nueva España así como presidente de la Audiencia de México, puestos de los que tomó posesión el 17 de agosto del mismo año. Marinero organizador, puso sobre las armas a tres nuevos batallones de voluntarios: el de México, el de Puebla y el de Nueva España. No aceptó compartir su autoridad con un señor llamado Francisco Mangino, quien traía nombramiento de superintendente del Virreinato. Envió regularmente el dinero que la Corona dispuso se entregara en Nueva York al encargado de negocios.
          Intervino en las disputas ocasionadas por las misiones de California y el gobernador militar de aquel territorio; hizo que los jóvenes de las familias de más arraigo cubrieran los puestos de oficiales en las tropas coloniales y logró que el gobierno español enviase 11 mineros alemanes, contratados en Dresde, para que como profesores prácticos facultativos implantaran los más recientes adelantos técnicos metalúrgicos. Asimismo contribuyó a que los vaciados destinados a la Academia de San Carlos llegaran de España con prontitud y en buen estado. El director del Real Colegio de Minas, don Fausto Elhuyar, se encargó de que se le diera buen trato a los mineros alemanes y se aprovechase su trabajo.
          Muy ocupado el virrey en sus labores recibió la noticia de la muerte del rey Carlos III, ocurrida el 14 de diciembre de 1788, después de un largo reinado. En las suntuosas exequias en honor del monarca se gastaron en México fuertes cantidades de dinero. Al virrey mucho le afectó la muerte de Carlos III, quien fue su protector. La Audiencia informó a la Corona sobre la mala salud del gobernante novohispano, por lo que se ordenó fuera relevado dignamente, sin ser sometido al juicio de residencia y otorgándole seis meses de sueldo para que regresara a España el 16 de octubre de 1789. Fue premiado con la Cruz de la orden de Carlos III y con el nombramiento de capitán general de la Marina, más bien como cargo honorífico. Murió en Madrid el 20 de marzo de 1799.



CASA DE BORBÓN
Durante el Reinado de Carlos IV



         &nbspCarlos IV nació en Portici, Italia, en 1748. Fue hijo de Carlos III y María Amalia de Sajonia. Gobernó siempre bajo la influencia de su mujer María Luisa de Parma y su amante Manuel Godoy, ministro de la Corte, puesto por Carlos IV en lugar del ministro Conde de Aranda. En un principio siguió la misma política que su padre pero más tarde, a causa de su carácter débil, el poder estuvo en manos de su mujer y de Godoy. Napoleón, al frente de la Revolución Francesa, aprovecha esta situación y quita y pone gobiernos en España a su antojo. Primero Carlos IV pasa el poder a Godoy, Godoy a Fernando VII, hijo de Carlos IV, quien contaba con el apoyo del grupo de los Fernandinos que no querían a Godoy en el poder. De Fernando VII a su padre Carlos IV, éste abdica a favor de Napoleón y el Emperador francés pone a su hermano José Bonaparte (Pepe Botella) a gobernar a España. Más tarde José Bonaparte entrega el poder nuevamente a Fernando VII. Gobernó Carlos IV de 1788 a 1808. El Imperio Español se derrumba y sus colonias aprovechan la situación para comenzar sus luchas de independencia. Murió en Roma, Italia, en el año de 1819. Este periodo abarcó seis virreyes en la Nueva España.







Quincuagésimo segundo virrey
JUAN VICENTE DE GÜEMES PADILLA
HORCASITAS Y AGUAYO
(Conde de Revillagigedo, caballero de la Orden Militar de Carlos III y barón de Benilova y Rivarroja)
(1789-1794)


Este virrey, que seguramente fue uno de los mejores que tuvo la Nueva España, era originario de La Habana, hijo de don Juan Francisco de Güemes, primer conde de Revillagigedo, quien de 1746 a 1755 fue también virrey de la Nueva España. Don Juan Vicente era el tercer virrey criollo. A mediados de 1789 recibió el nombramiento, llegó a Veracruz a principios de octubre y el 16 del mismo mes recibió el mando en la Villa de Guadalupe. Tenía además los cargos de presidente de la Audiencia y capitán general. Desde muy joven sirvió en el ejército y se hizo notar en la campaña contra los ingleses en Gibraltar. Se ocupó de inmediato en la celebración del coronamiento del rey Carlos IV.
              Revillagigedo era trabajador, activo y enérgico. Tenía 49 años cuando recibió el gobierno, estaba en la flor de la edad. Empezó por hacer investigar y castigar prontamente el asesinato del comerciante don Joaquín Dongo y sus dependientes y criados. Resultaron responsables tres españoles de apellidos Aldama, Quintero y Blanco, que fueron detenidos, juzgados, sentenciados y ejecutados en 15 días. Le causó asombro al virrey el desaseo que había en todas partes, en las calles, en los mercados, en los paseos. La mayor parte del pueblo andaba casi desnudo, llevando sólo una especie de sábana y un sombrero de palma sucio y maltratado. Las casas estaban mal hechas, descuidadas o maltratadas; la instrucción pública en completo abandono, no había escuelas gratuitas de primeras letras y las demás eran deficientes, con la atención de ancianos sacerdotes casi siempre carentes de ilustración Los alumnos más bien recibían una limitada enseñanza reducida a ideas supersticiosas y negativas, que impedía el progreso y la investigación Los caminos estaban de tal manera abandonados que solamente a pie o en mula se les podía transitar. El ejército existía a medias, en todos lados había desorden y confusión. Este activo e inteligente virrey organizó el Archivo General de la Nación, coleccionando documentos antiguos y de gran valor. Todas las calles principales fueron dotadas de alumbrado, se establecieron rondas y patrullas; mandó construir bombas para sofocar incendios, ordenó que los cementerios estuvieran afuera, alejados de las poblaciones y tuvo grandes disgustos con el clero y los ayuntamientos por esta medida.
              Embelleció los paseos, creó escuelas en diferentes ciudades, contrató maestros competentes para la Academia de San Carlos, fundando la cátedra de Matemáticas aplicadas a la Arquitectura; perfeccionó el establecimiento de las intendencias, fomentó el cultivo de plantas textiles (algodón, cáñamo y lino) y reglamentó el corte de madera; intensificó la construcción de los caminos a Veracruz, Acapulco, Guadalajara, San Blas y Toluca, e hizo que hubiese correos bisemanales a las capitales de las intendencias; abrió numerosas escuelas primarias y favoreció los estudios profesionales en las grandes ciudades. Impulsó el estudio de la botánica, concediendo premios a los alumnos aventajados; hizo construir navíos ligeros bien armados para la vigilancia de las costas, ayudó en la formación de las expediciones a Nutka, Alaska y las islas Hawai.
              Durante su gobierno se produjo la Revolución Francesa y todo lo acaecido en el terrible año de 1793 fue motivo de alarma y de sobresalto para los gobernantes de Indias. Se prohibió la entrada en las colonias de libros, folletos y periódicos que trajeran al país las nuevas ideas, a fin de evitar los desórdenes en las colonias. La guerra con los franceses ocasionó enormes gastos y el virrey Revillagigedo, además de otras sumas ya remitidas, reunió tres millones de pesos para mandarlos a España, aunque no descuidó el progreso del Virreinato. Mandó levantar planos de las principales ciudades, promovió el establecimiento de numerosas fábricas, continuaron las obras del desagüe y se formularon estatutos para la cátedra de anatomía en el Hospital General de los Naturales.
              En 1794 muchos funcionarios, a quienes no se les permitían abusos ni ventajas, acusaron al virrey de cometer innumerables tropelías. La Corona hizo caso a las intrigas y ordenó que el conde de Revillagigedo entregase el poder el mes de julio y saliera para España. En el juicio de residencia que se le siguió en el Consejo de Indias demostró ampliamente su rectitud, su honradez y su gran actividad en beneficio del Virreinato de Nueva España, cuyo gobierno se le había confiado. La Audiencia, que lo acusó, tuvo que pagar los costos. Este gran virrey, sin duda uno de los mejores gobernantes que tuvo la Nueva España, murió en Madrid el 2 de mayo de 1799.






Quincuagésimo tercer virrey
MIGUEL DE LA GRÚA TALAMANCA
Y BRANCIFORTE
(Marqués de Branciforte)
(1794-1798)



De origen italiano, fue capitán general del ejército español; tenía título de Grande de España. Fue nombrado virrey por estar casado con doña María Antonia Godoy, hermana del primer ministro don Manuel Godoy, llamado el Príncipe de la Paz. El 15 de junio de 1794 llegó a Veracruz y el 12 de julio tomó posesión del gobierno. Este virrey, protegido por un primer ministro inmoral, se ocupó principalmente de obtener dinero para él, y por eso, bajo el pretexto del estado de guerra que existía entre España y Francia revolucionaria, hizo secuestrar todos los bienes de los franceses residentes en Nueva España y en Luisiana, que no eran pocos, de cuya venta se quedó con gran parte.
          Para mediados de julio de 1795 el ministro Godoy, representando a España, hizo la paz con los franceses, pero en Nueva España no dejaba de vigilárseles. En ese entonces y desde la época del despotismo ilustrado de Carlos III, la Inquisición había dejado de perseguir herejes y luteranos para ocuparse de la gente con las ideas políticas propagadas por filósofos y economistas, que habían movido a los revolucionarios franceses. Al gobierno del virrey Branciforte le tocó entrar en negociaciones con los Estados Unidos de América para marcar límites entre los dos países. Entre las personas comisionadas por el gobierno virreinal estaba un religioso peruano residente en México, especializado en cosmografía y matemáticas, fray Melchor de Talamantes, quien fue de los encargados de trazar la colindancia con la joven república del norte.
          Sin hacer caso a los consejos del conde de Aranda, brillante político y economista español, la Corona hizo que se redoblaran las medidas de vigilancia contra los norteamericanos, sólo por considerárseles revolucionarios como a los franceses y no por sus ambiciones expansionistas. Branciforte de todo sacaba partido para hacerse de dinero porque francamente se trataba de un sujeto indigno y ladrón, uno de los más malos gobernantes que tuvo la Nueva España.
          Hizo vender los empleos y los grados militares. Cuando España, en paz con Francia, declaró la guerra a Albión, el virrey Branciforte se aprovechó incautando en su beneficio las propiedades e intereses de ciudadanos ingleses; por halagar la vanidad del monarca contrató los servicios del arquitecto don Manuel Tolsá para que hiciera una gran estatua ecuestre de Carlos IV, para halagar también al ministro Godoy. Se notó mucho contraste entre la honradez y virtudes del conde de Revillagigedo y la rapacidad e ineptitud de Branciforte, quien empezó por favorecer a los enemigos de aquel gobernante emérito hasta lograr que el Ayuntamiento de México acusara al conde declarando que había empleado grandes sumas en obras de ninguna importancia. Las acusaciones, como se ha visto, no prosperaron y el Ayuntamiento tuvo que pagar los costos del juicio.
          Habiéndose declarado nuevo estado de guerra entre España y Francia, Branciforte dispuso poner sobre las armas a nuevos regimientos provinciales, que le dieron a ganar mucho dinero por la escandalosa venta que hizo de los empleos militares. Por fin el desorden y la deshonestidad de este virrey, de los que estaba informada la Corona, hicieron que fuera removido nombrándose en su lugar a don Miguel José de Azanza.



Quincuagésimo cuarto virrey
MIGUEL JOSÉ DE AZANZA
(Político y diplomático navarro)
(1798-1800)




Vino a América a los 17 años, acompañando a su tío don José Martín de Alegría; fue secretario del visitador don José de Gálvez y con él recorrió la Nueva España y conoció muchos de sus grandes problemas. En 1771 causó alta como cadete en un regimiento de infantería en España, pero se separó pronto de la milicia para entrar en el servicio diplomático y fue secretario de la embajada española en San Petersburgo y encargado de negocios en Berlín. En 1793 fue ministro de la Guerra, cargo que debe haber desempeñado con eficiencia porque duró tres años en él cuando existía beligerancia contra Francia. Cuando fue nombrado virrey muchas personas lo tomaron como un discreto destierro porque Godoy quería deshacerse de él debido a las fuertes críticas que le hizo. Al fin tomó posesión del cargo el 31 de mayo de 1798 y fue muy bien recibido porque todo mundo deseaba que cambiaran las cosas tan mal hechas por la sórdida avaricia de Branciforte, inmoral y ladrón.
          El virrey Branciforte había hecho una considerable concentración de tropas en Jalapa, lo que costaba mucho dinero a la hacienda novohispana, por lo que Azanza fue retirándolas poco a poco, sobre todo a los regimientos de milicias provinciales que marcharon a sus lugares de origen. Con el dinero así economizado se fortificó y artilló muy bien al puerto de San Blas y estaba ocupado Azanza en estos asuntos durante los dos primeros años de su administración, cuando en 1799 fue descubierta la primera conjuración a la que el pueblo llamó “de los machetes”.
          Don Pedro de la Portilla, criollo y empleado en la oficina de recaudación de derechos, estuvo tratando con unas 20 personas sobre la situación que guardaban los criollos en relación con los españoles peninsulares, por lo regular gente inculta. De acuerdo todos se decidieron a levantarse en armas para arrojar del país a los “gachupines”, como desdeñosamente se les decía a los peninsulares, para lo cual fueron reuniendo algunos sables viejos. Se apoderarían de la personal del virrey, cuyo puesto ocuparía Portilla; proclamarían la independencia del país y declararían la guerra a España. Contaban los conjurados con 1,000 pesos de plata, dos pistolas y unos 50 sables y machetes. En la segunda reunión que tuvieron, don Francisco de Aguirre, pariente de Portilla, se alarmó ante lo que se tramaba y los denunció a las autoridades; fueron aprehendidos todos y estuvieron en prisión muchos años sin que se ventilara su causa.
          Azanza poco o nada se ocupó del mejoramiento de la ciudad. Se venció el contrato de los mineros alemanes, a quienes se les pagó puntualmente sus sueldos y se les dio una gratificación. Casi todos regresaron a su patria y uno de los que se quedaron, don Luis Lidner, se encargó de las cátedras de química y metalurgia en el Real Colegio de Minas, en donde era alumno el joven potosino don Mariano Jiménez, quien andando el tiempo iba a ser uno de los héroes de la independencia. Las milicias fueron distribuidas en brigadas y recibió el mando de la de San Luis Potosí el brigadier don Félix María Calleja, quien había venido con el conde de Revillagigedo e iba a ser el sexagésimo virrey de Nueva España, de 1813 a 1816. Azanza fue removido y regresó a España, donde desempeñó comisiones muy importantes. Fue “afrancesado”, partidario de Napoleón, por lo que al ser derrotados los franceses en España tuvo que emigrar; en ausencia fue sentenciado a muerte y sus bienes confiscados. Había recibido de José Bonaparte el título de duque de Santa Fe. Murió en Burdeos, Francia, el 20 de junio de 1826, en medio de la mayor pobreza.





Quincuagésimo quinto virrey
FÉLIX BERENGUER DE MARQUINA
(Oficial de marina, gobernador de las islas Marianas en el Pacífico)
(1800-1803)




          Era de orígen humilde. Desde muy joven estuvo embarcado en los navíos de guerra y el 30 de abril de 1754 presentó examen como guardiamarina y sirvió en barcos de guerra, en el Mediterráneo y en el Atlántico. Hombre estudioso, llegó a ser maestro de matemáticas y de astronomía en la Academia Naval de Cartagena y después director del Cuerpo de Pilotos de la Armada. En 1789 se le encargó la gobernación de las islas Marianas, que desempeñó hasta 1795 en que regresó a España a ocupar cargos en la administración de la Marina; ascendió a teniente general de la Armada española y el 8 de noviembre de 1799, Carlos IV lo nombró virrey de la Nueva España.
          Era tenaz, honrado y valiente, con buena preparación en su profesión, pero de poca capacidad para los cargos de gobierno. En 1800, al hacer la travesía de Cuba a Veracruz fue hecho prisionero por los ingleses que lo remitieron a Jamaica, en donde lo trataron con muchas consideraciones al grado de que le permitieron embarcar hacia Veracruz. El 29 de marzo del mismo año recibió el mando del Virreinato en la villa de Guadalupe y entró a la ciudad de México al día siguiente. Como sabía que los ingleses podían desembarcar en Veracruz, hizo reforzar las guarniciones de Ulúa y del propio puerto; también reforzó los presidios del norte para rechazar a los angloamericanos, que frecuentemente trataban de establecerse en aquellas lejanas comarcas. A Marquina le tocó entregar a Francia el gran territorio de la Luisiana, que al poco tiempo fue vendido por Napoleón a los norteamericanos.
          En enero de 1801 fue denunciada una conspiración encabezaa por el oficial de Marina don Francisco Antonio Vázquez, pero se la consideró sólo supuesta por no haberse podido comprobar absolutamente nada. En el mismo enero un cacique indígena llamado Mariano, de la sierra de Tepic, promovió una sedición tratando de restablecer la monarquía de Moctezuma y mezclándola con la religión puesto que los sublevados, que eran muchos, tenían como bandera una imagen de la Vírgen. Cuando el señor Fernando Abascal, presidente de la Audiencia de Guadalajara, tuvo conocimiento de la sedición, dio órdenes para que el capitán de marina Salvador Hidalgo y el jefe de milicias Leonardo Pintado, marchasen contra los rebeldes, que fueron derrotados. Pacificada la comarca los indios prisioneros fueron enviados a Guadalajara, aunque Mariano logró escapar.
          El 9 de septiembre de 1802 se hizo pública la paz con Inglaterra, por lo que el comercio de ultramar se benefició; pero Marquina, disgustado porque habían desaprobado algunas de sus dispocisiones, renunció al cargo y habiéndosele aceptado entregó el gobierno el día 4 de enero de 1803. Marquina regresó a España, tomó parte en la guerra contra los franceses y murió en Alicante, su ciudad natal, el 30 de octubre de 1826.




Quincuagésimo sexto virrey
JOSÉ DE ITURRIGARAY
(Coronel del Ejército Real)
(1803-1808)




          Aunque de origen vizcaíno este virrey era de Cádiz, donde nació en 1742 de una familia de comerciantes adinerados. Sirvió en la milicia e hizo las campañas contra los revolucionarios franceses, distinguiéndose por su valor. Era un tipo ambicioso y tan rapaz como el marqués de Branciforte. Cuando llegó a Veracruz hizo pasar por la aduana un cargamento muy grande, libre de derechos, diciendo que formaba parte de su equipaje particular y era contrabando. Tan pronto como arribó a México hizo un viaje a Guanajuato, con el pretexto de activar la construcción de la Alhóndiga de Granaditas, pero en verdad para recoger un regalo de mil onzas de oro que le hacían los mineros de aquella ciudad. De regreso a México inauguró la estatua ecuestre de Carlos IV que había mandado hacer el marqués de Branciforte.
          Como la Corte española no tenía límite en exigir dinero, Iturrigaray dio cumplimiento al mandato de enajenación de bienes de obras pías y de no haberse opuesto los propietarios, tal medida hubiera hundido en la miseria al país. Se recibieron noticias del nuevo estado de guerra existente entre España contra Inglaterra e Iturrigaray ordenó levantar tropas provinciales par ser acantonadas en Jalapa. Poco tiempo después Napoleón invadió a España con el pretexto de la alianza de 1807, engañando al torpe rey Carlos IV y al odiado ministro Godoy. Cuando los franceses estaban ya en las inmediaciones de Madrid la familia real quiso embarcar hacia la Nueva España; pero la idea fue mal recibida por el pueblo, que por oponerse a la salida de los monarcas se amotinó en Aranjuez el 17 de marzo. Godoy fue aprehendido y ultrajado por la muchedumbre, que lo despojó de sus dignidades y estuvo a punto de matarlo. Carlos IV y el príncipe Fernando fueron a Bayona, en donde Napoleón hizo que los dos renunciaran a la Corona de España a favor del propio Napoleón, que a su vez nombró rey a su hermano José.
          El 2 de mayo, al llevarse para Francia al infante don Francisco, niño aún, el pueblo de Madrid se levantó en armas arrojándose en masa sobre los franceses. Aquélla fue la señal de guerra y por todas partes se organizaron juntas provisionales que pretendían gobernar a nombre de Fernando VII. En México se supo de estos acontecimientos el 23 de junio y el 19 de julio el Ayuntamiento, formado por criollos, dirigió al virrey una representación que decía que en ausencia del monarca legítimo la soberanía residía en el reino, por lo que mientras en la metrópoli durara aquella situación la Nueva España debía gobernarse por las leyes vigentes, continuando el virrey en su cargo sin entregarlo a nadie, ni aun a la misma España mientras ésta estuviera ocupada por los franceses. La Audiencia desaprobó la representación, porque tendía a establecer una independencia provisional.
          A solicitud del Ayuntamiento fue celebrada el 9 de agosto una nueva junta en la que el síndico, licenciado don Primo Francisco de Verdad y Ramos manifestó que en virtud de las circunstancias la soberanía había recaído en el pueblo, por lo que debía constituirse como mejor conviniera mientras que Fernando VII estuviese ausente. Los miembros de la Audiencia declararon que aquella representación era sediciosa y subversiva y el inquisidor don Bernardo Prado y Ovejero la declaró herética y anatematizada. La Junta volvió a reunirse el 31 de agosto, con la presencia del coronel don Manuel de Jáurgui y del capitán de fragata don Juan Gabriel Javat, enviados por la Junta Suprema de Sevilla para que pidieran al gobierno novohispano que la reconociera; pero esa misma noche recibió el virrey unos documentos girados por la Junta de Oviedo, manifestando la misma petición.
          Se citó a una nueva sesión para el primero de septiembre, en la que don Jacobo de Villaurrutia propuso que se convocase a una junta general con representantes de todo el reino, lo que fue rechazado. El padre peruano fray Melchor de Talamantes presentó al Ayuntamiento un cuidadoso estudio en el que decía, en términos generales, que se habían roto todos los vínculos con la metrópoli; que habían de formularse leyes regionales, que la Audiencia no podía hablar en nombre del rey, puesto que éste había desaparecido y que en consecuencia la representación nacional correspondía al pueblo. Con todos estos incidentes se puso de manifiesto una abierta pugna entre el partido español representado por la Audiencia y el americano compuesto por los criollos que constituían el Ayuntamiento. Hubo nueva reunión el día 9, la cual resultó tumultuosa. El virrey fingió querer renunciar y el Ayuntamiento le rogó que continuara en su puesto; el alcalde de Corte, el criollo dominicano don Jacobo de Villaurrutia, volvió a proponer que el virrey siguiese en su cargo y que se eligiera en las intendencias a diputados que formasen unas verdaderas cortes que sirvieran de cuerpo consultivo al virrey; que se buscase la manera de sustituir las facultades que tuvo el Real Consejo de Indias, que se negociara con los Estados Unidos y con los ingleses lo concerniente al mantenimiento de la paz y que se enviase un comunicado a Napoleón para hacer saber que la América no estaba dispuesta, por ningún motivo, a reconocer su mandato.
          Los criollos se manifestaron en forma tumultuosa, apoyando la proposición de Villaurrutia; pero los peninsulares atacaron furiosos y declararon que cualquier junta que se hiciera seria del todo ilegal y de desobediencia al rey y a la monarquía. La reunión que terminó en un espantoso desorden fue pospuesta para otra fecha, pero ya no iba a celebrarse por el desarrollo de los acontecimientos.. Los oidores, al ver que el virrey favorecía al partido criollo, decidieron de acuerdo con los comerciantes españoles más ricos recurrir a la violencia antes que consentir cierta autonomía a la Nueva España. El virrey, de su parte, obrando por la buena, dictó algunas disposiciones que fueron interpretadas malévolamente por los del partido español en el que había muchos criollos por cierto. Estas disposiciones fueron, entre otras, las órdenes de que se le concedieran cuatrocientos mil pesos al consulado de Veracruz, de tendencias liberales, para que terminase de construir el camino a aquel puerto; el nombramiento de algunos criollos para altos cargos en la administración y la última, que más precipitó las cosas, la orden girada al regimiento de dragones de Aguascalientes, acantonado en Jalapa, que estaba al mando de un íntimo amigo de Iturrigaray, el coronel don Ignacio Obregón. Había que obrar pronto.
          Se formó una conspiración para aprehender y destituir al virrey. Encabezaba esta rebelión don Gabriel del Yermo, individuo que no llegaba a los cuarenta años, riquísimo, vizcaíno de origen, que no le tenía afecto a Iturrigaray por algunos negocios turbios, y lo secundaban todos los comerciantes españoles de un centro de compra-venta que estaba en parte de lo que hoy es el Zócalo y al que la gente llamaba El Parián, los oidores Aguirre y Bataller, el arzobispo y los jueces de la Inquisición, quienes resolvieron actuar antes de que llegara la tropa. Se trataba de asaltar el palacio y apoderarse de la persona de Iturrigaray. Se armó a los dependientes y mozos de confianza y se compró a la guardia de palacio.
          A las doce de la noche del 15 de septiembre de 1808 se reunieron en grupos aislados los conjurados en los portales cercanos a palacio, siendo unos quinientos o más hombres bien armados que marcharon contra la guardia, descuidada seguramente. El centinela marcó el alto y como no le respondieron hizo fuego. Los hombres de Yermo de dos o tres balazos mataron al soldado e irrumpieron a la carrera en las habitaciones del virrey y su familia, que estaban dormidos. Los aprehendieron sin la menor resistencia y fue conducido el primero a la Inquisición, para hacer creer al populacho que se le detenía por hereje; a la virreina y a sus hijos se les llevó al convento de San Bernardo.
          El hecho, además de la muerte del centinela, no dejó de ser muy violento porque algunas puertas de los alojamientos virreinales fueron derribadas a hachazos. La virreina fue soezmente insultada y algunas alhajas que estaban en un mueble desaparecieron. Se levantó un acta para asentar los bienes recogidos, objetos de oro y plata, dinero en efectivo en piezas de oro y documentos que amparaban préstamos a rédito por una cantidad superior al millón de pesos. En fin, lo que se recogió puso de manifiesto que la familia Iturrigaray supo aprovecharse de su situación para enriquecerse.




Quincuagésimo séptimo virrey
PEDRO DE GARIBAY
(Mariscal de Campo)
(1808-1809)




          Nadie más inapropiado para gobernar al país en momentos tan turbulentos como el mariscal de campo don Pedro Garibay, nacido en Alcalá de Henares en 1729. Hizo la carrera de las armas desde soldado y tomó parte en varias acciones en Portugal, Italia y Marruecos. Pasó a la Nueva España como instructor de tropas provinciales, en 1783 ascendió a coronel y en 1789 a general. Como ya estaba viejo y enfermo, el virrey Azanza lo promovió a mariscal para darle un honorable retiro.
          Garibay era de baja estatura, decrépito, tímido, sin prestigio alguno y carente de inteligencia. Ascendido a un puesto que ni remotamente pretendiera, se convirtió en títere movido por los “parianeros”, como el populacho llamaba a los revoltosos de Yermo. Garibay firmaba todos los documentos que le llevaran los miembros de la Audiencia, siendo los primeros las órdenes de aprehensión en contra de los licenciados Azcárate, Verdad y Ramos, el abad de la Villa de Guadalupe don José Beye Cisneros, el canónigo Beristáin, el licenciado Cristo que era secretario de Iturrigaray y el padre mercedario fray Melchor de Talamantes. Todos quedaron detenidos en la cárcel del Arzobispado, menos Talamantes que fue enviado a la Inquisición.
          Los “parianeros” se creían dueños de la situación, se daban aires de salvadores de la patria y resolvieron organizarse militarmente con el nombre de “Realistas Fieles” o “Patriotas de Fernando VII”, adoptando un uniforme de chaqueta azul, como bata de trabajo de tendero, por lo que el pueblo burlista les llamó “los chaquetas”. Estos tipos, que iniciaron a México en el uso de los cuartelazos, no solamente influían en el gobierno, sino que cometían abusos y tropelías, aprehendiendo a quien se les antojaba. El virrey se ocupó en activar los procesos de los reos. De todos ellos, quienes en verdad habían tomado parte en los sucesos serían Azcárate, Verdad y Ramos y el padre Talamantes. Este fue enviado a Veracruz, en donde enfermó de fiebre amarilla sin que se le prestara ayuda alguna ni le quitasen las cadenas sino hasta después de muerto. Al licenciado Cristo se le destituyó de la auditoría de guerra, en la que trabajaba; a Azcárate se le tuvo preso hasta 1811 y a los demás prisioneros se les mandó a España o se les puso en libertad después de algún tiempo. En cuanto al licenciado Verdad, tuvo un fin misterioso: murió en la cárcel del Arzobispado, no se sabe si ahorcado o envenenado.
          A iturrigaray le siguieron dos procesos: uno por infidencia, que terminó con la amnistía de 1810, y el de residencia por el que tuvo que pagar una gran cantidad de dinero. Los abusos de los “Voluntarios de Fernando VII” fueron tan graves que Garibay tuvo que alistar un regimiento de dragones para su escolta personal, al mismo tiempo que ordenaba la disolución de los “Voluntarios”, enviándolos a su casa. Aunque no se tomó oficialmente la decisión de reconocer como gobierno superior a ninguna junta española, prácticamente Garibay aceptaba como única a la de Sevilla, porque obedecía todas sus disposiciones. Cuando algunos triunfos sobre los franceses permitieron unificar la dirección de los asuntos, la Nueva España reconoció a la única junta directriz que era la de Aranjuez, a la que Garibay envió un donativo de doscientos mil pesos además de novecientos mil remitidos por concepto de recaudaciones de la hacienda pública.
          La Junta de Aranjuez dispuso, entre otras cosas, que cada una de las colonias nombrara un diputado que la representa en dicha Junta, pero esta disposición dio resultado contraproducente porque en Nueva España el partido españolista pensó que eso era iniciar la autonomía en el gobierno de cada colonia, mientras que los criollos consideraron mezquino que sólo se concediese un representante, que nunca haría valer su opinión.
          Con mucho cuidado se vigilaba a los viajeros procedentes de los Estados Unidos, porque allí se encontraban agentes franceses enviados por José Bonaparte para producir sublevaciones en las posesiones españolas. Un hermano de Fernando VII, monarca reconocido por todos los españoles, estaba internado en Francia casi en calidad de prisionero, por lo que su hermana, la princesa Carlota Joaquina, hacía gestiones para que fuese aceptado por la Junta de Aranjuez su hijo el príncipe don Pedro, como regente de la Nueva España. Como la alianza con Inglaterra permitió un seguro comercio con la metrópoli, se intensificó la construcción de barcos mercantes y de otros muy ligeros para sostener una comunicación constante. El 19 de julio de 1809 cesó el mando del virrey don Pedro Garibay, quien resolvió marchar a España; pero su condición económica era tan precaria que el opulento don Gabriel de Yermo le asignó una pensión de quinientos pesos mensuales. Más tarde se le premió con la condecoración de Carlos III y una pensión vitalicia de 10,000 pesos al año, con el grado de teniente general. Murió Garibay a los ochenta y seis años, el 7 de julio de 1815.




CASA DE BORBÓN
Durante el Reinado de Fernando VII



          Fernando VII hijo de Carlos IV y María Luisa de Parma nació en el Palacio del Escorial, cerca de Madrid el año de 1784. Contrajo matrimonio cuatro veces, en el siguiente orden: María Antonia de las Dos Sicilias, María Isabel de Portugal, María Josefa Amalia de las Dos Sicilias y María Cristina de Nápoles.
          Fue el último Rey de España que tuvo un gobierno en Nueva España. También con él terminó el poderío del Imperio Español. En esta época Napoleón invadió España y puso al frente del poder a su hermano José Bonaparte (Pepe Botella). Durante el reinado de su padre Carlos IV, y mientras gobernaba a España su ministro Manuel Godoy, se formó un grupo en contra de éstos conocido como los Fernandinistas y quienes lograron poner por corto tiempo a Fernando VII al frente del gobierno; pero Napoleón hace que abdique a favor de su padre y, a su vez, Carlos IV a favor de Napoleón. Más tarde cuando dejó el gobierno José Bonaparte vuelve a ocupar el trono Fernando VII y emprendió una persecucíon en contra de los liberales, repudió la Constitución, y su más importante acción política fue la confirmación de la Ley de Salic por Carlos IV e introducida por Felipe V. Consistía en que su hija podía sucederlo en el trono como Isabel II.
         ese periodo sucedió el Motín de Aranjuez, y en América se empezó a luchar y a pedir la soberanía nacional de cada colonia. Tanto en España como en América se volvió a la Inquisición. Todavía durante el gobierno de este Rey se iniciaron luchas de independencia en su nombre cuando los franceses ocupaban España. Hidalgo fue uno de los que pelearon en nombre de Fernando VII. Murió en Madrid en 1833.




Quincuagésimo octavo virrey
FRANCISCO JAVIER DE LIZANA
Y BEAUMONT
(Arzobispo de México)
(1809-1810)
          

Este arzobispo llegó a México en el año de 1803, junto con el virrey Iturrigaray. Recibió su cargo eclesiástico e inmediatamente se puso a trabajar en favor de la feligresía con diligencia, honradez y celo. Tuvo mucho que ver en los sucesos de mediados del mes de septiembre de 1808 que derrocaron al virrey Iturrigaray. Fue también de los que propusieron a don Pedro Garibay para que se hiciese cargo interinamente del Virreinato; pero como la Junta de Aranjuez estuvo informada de que Garibay estaba ya anciano y enfermo, así como que sólo era un instrumento de los comerciantes ricos y de la Real Audiencia de Mëxico, dispuso que fuera sustituido interinamente por el arzobispo de México don Francisco Javier Lizana y Beaumont. Este tuvo que luchar contra muchos inconvenientes.
          Había la noticia del posible desembarco de Carlos IV, según instrucciones de Napoléon; pero aquí sólo se reconocería a Fernando VII; se declaró por bando solemne benemérita de la patria a la ciudad de Zaragoza y a sus heroicos defensores, que combatieron a los franceses; se embargaron al marqués de Branciforte y al duque de Terranova todos sus bienes, por haberse declarado partidarios del "rey" José I, obteniéndose sobre ellos un empréstito de tres millones de pesos en oro; con esa confiscación y préstamos, colaboraciones y adelantos de contribuciones, Lizana pudo remitir a España nueve millones de pesos. Lizana era hombre bondadoso, aunque carente de energía. Dejó por completo el manejo de los asuntos eclesiásticos en manos del inquisidor don Juan Alfaro, para él dedicarse al gobierno virreinal; dejó hacer y deshacer a muchos americanos, causando el disgusto de los españoles.
          Toda la Nueva España estaba alterada por las noticias y por el desarrollo de los acontecimientos, circulaban hojas anónimas, pasquines clandestinos y volantes; se llevavan a cabo juntas políticas, para buscar la forma de obtener la independencia; se criticaba a la Audiencia de México por el golpe de estado de los "parianeros", asegurándose que el camino legal había sido cerrado definitivamente por los españoles y que sólo quedaba abierto el de la aacción directa. El virrey estaba al tanto de todo y no lo impedía, por lo que los españoles de la Audiencia lo acusaban de ser partidario de los criollos.
          Fue entonces cuando se descrubrió una conspiración muy formal en Valladolid, de la Intendencia de Michoacán, encabezada por el teniente José Mariano Michelena y el padre fray Vicente de Santa María. Lizana hizo conducir a los recién aprehendidos a México, para tener una entrevista con ellos. El propósito de los conjurados, aseguró Michelena, era formar una Junta que gobernase en nombre de Fernando VII y que tomara todas las providencias para conservar el reino a tan "augusto" soberano. Lizana no encotró delito alguno qué perseguir y puso en libertad a los conjurados, con gran disgusto de los miembros del partido español. La Junta de Aranjuez informada, argumentó la avanzada edad del arzobispo-virrey y que eran muchas las exigencias del gobierno de la Nueva España y dispuso que éste entregara el gobierno a la Audiencia. Dicha entrega ocurrió el 8 de mayo de 1809. Lizana volvió al arzobispado, recibió la Cruz de Carlos III como recompensa a sus servicios y el 6 de mayo de 1811 murió en la Ciudad de México.







Quincuagésimo noveno virrey
FRANCISCO JAVIER VENEGAS
(Marqués de la Reunión de la Nueva España)
(1810-1813)





 Nació en Córdoba, a mediados del siglo XVIII. Inició estudios de la carrera literaria, aunque prefirió servir en el ejército donde ascendió por riguroso escalafón hasta teniente coronel. Tomó parte en la campaña contra la República francesa y ya estaba retirado del servicio cuando se produjo la invasión napoleónica a España. Intervino en la batalla de Bailén y fue nombrado comandante del ejército de Andalucía. Prestó valiosos servicios en la campaña, por lo que fue nombrado gobernador de Cádiz, donde residía el gobierno Central de España y al estar desempeñando esta comisión dicha Junta lo nombró virrey de la Nueva España, por lo que se apresuró a embarcar hacia Veracruz a donde llegó el 25 de agosto de 1810. Recibió el gobierno, de la Audiencia, en la Ciudad de México, el 14 de septiembre.
          Una de sus primeras medidas fue poner en ejecución el decreto por el cual se suspendía los tributos a indios y mulatos. Se mostró desde un principio hombre de pocas palabras, activo, sanguinario y calculador. Dos días después de haber tomado posesión el cargo supo de la insurrección del cura del pueblo de Dolores, don Miguel Hidalgo y Costilla. Venegas hizo que el ejército interviniera para sofocar la rebelión, que sabía no era un motín simple; pidió a las autoridades eclesiásticas que predicaran contra la insurgencia; como movió a todas las tropas para combatir a los insurrectos, la ciudad quedó sin guarnición.
          Supo de la captura de Guanajuato y Valladolid por los insurgentes, nombre con que el propio Venegas empezó a llamarlos, tal y como franceses llamaban a los insurrectos en España. Hizo llamar apresuradamente al regimiento de las Tres Villas, con tropa levantada en Córdoba, Jalapa y Orizaba, y recibió el contingente de 500 negros libertos de las haciendas de don Gabriel de Yermo. Este núcleo tan poco numeroso fue puesto a las órdenes del teniente coronel don Torcuato Trujillo, quien al saber que los insurgentes marchaban con dirección a la capital del virreinato, de Tepetongo a Toluca, salió para ocupar esta ciudad que tuvo que abandonar para replegarse al cañón conocido como el Monte de las Cruces, donde fueron derrotados los realistas el 29 de octubre del mismo año de 1910, logrando apenas escapar Trujillo, Iturbide y otros jefes.
          Venegas, muy alarmado, recurrió a algunos voluntarios armados con los que se formó un batallón, situándolo en el Paseo Nuevo. El cura Hidalgo, por una indecisión hasta ahora no explicada, dispuso la retirada con dirección a Valladolid. Venegas había mandado órdenes al general don Félix María Calleja, quien se encontraba en la hacienda de La Pila, en San Luis Potosí, para que marchara en auxilio de la Ciudad de México. En la marcha de Querétaro a México, la división de Calleja encontró a los insurgentes en los llanos de San Jerónimo Aculco, donde les inflingió una aparatosa derrota.
          Continuando la campaña, Calleja derrotó a los insurgentes en el Puente de Calderón. Posteriormente, en 1811, los principales jefes rebeldes fueron hechos prisioneros en Acatita de Baján y Venegas creyó terminada la rebelión; pero entonces quedó informado de las actividades de don Ignacio López Rayón y de los triunfos en el sur del cura don José María Morelos. Por otro lado la Junta de Cáidz, que había formulado y puesto en vigor la primera Constitución, giró órdenes para que en todas las posesiones españolas fuese publicada la vigencia de ese importante documento. Venegas, que no era liberal, y en consecuencia partidario del absolutismo, retrasó 24 dias la publicación de dicha Constitución.
          Como las guerrillas recorrían todo el territorio, cuando Venegas proclamó la Carta Magna de Cáidz ya había declarado en estado de guerra a la Nueva España, por lo que dicha Constitución resultaba inútil. Todo prisionero hecho por las tropas realistas era fusilado inmediatamente, la menor sospecha de colaboración con los insurrectos era motivo para que cualquier persona fuera detenida y enviada a prisión.
          La Junta de Cádiz culpó a Venegas de que con sus arbitrariedades impedía la pacificación de la Nueva España, mientras que el partido español y la Audiencia de México lo acusaban de no impulsar la campaña con energía para acabar con los focos de rebelión. Aunque se giraron órdenes para que entregara el virreinato desde septiembre de 1812, hasta el 4 de marzo de 1813 ocurrió el cumplimiento de dicha disposición. Inmediatamente volvió a España, donde le recompensaron sus servicios con los títulos nobiliarios de marqués de la Reunión y de Nueva España. Murió en 1818, siendo capitán general en Galicia.





Sexagésimo virrey
FÉLIZ MARÍA CALLEJA
DEL REY
(Conde de Calderón)
(1813-1816)



          Militar nacido en Medina del Campo el 11 de noviembre de 1753. Acompañó al virrey segundo conde de Revillagigedo y llegó a la Nueva España en 1789, para encargarse del mando de alguna tropa. Recibió el mando de la brigada de infantería de la intendencia de San Luis Potosí. Durante el gobierno del virrey Azanza hizo la campaña contra los indios bárbaros y contra los filibusteros angloamericanos que se infiltraban en el lejano y casi abandonado territorio de Texas; tuvo a sus órdenes al capitán Ignacio Allende; casó con doña Francisca de la Gándara, criolla muy rica, dueña de la hacienda de Bledos.
          Al ocurrir la insurrección de Hidalgo puso sobre las armas a la tropa de su brigada, unos 4000 hombres, base de lo que se llamó después Ejército del Centro con el que llevó la campaña contra Hidalgo y Rayón e hizo frente a la formidable ofensiva lanzada por Morelos. Retirado Calleja a México después del sitio de Cuautla, en su casa recibía a los descontentos de Venegas, a quien tildaban de incapaz para terminar con la revolución. El 28 de enero de 1813 recibió Calleja el nombramiento de virrey, pero hasta el 4 de marzo siguiente tomó posesión del cargo.
          Se ocupó inmediatamente de informarse sobre la situación hacendaria del Virreinato, encontrándose con deudas, desfalcos y las cajas vacías; a las tropas se les debía haberes por muchos millones de pesos, había unidades que no tenían ropa o estaban casi descalzas, el armamento se encontraba en muy mal estado. Con la actividad, energía y capacidad que caracterizaban a Calleja, puso manos a la obra; recogió los bienes de la Inquisición, abolida por a Constitución de 1812; pidió dinero prestado al comercio, hipotecó las alcabalas y con lo reunido, de lo que entregó cuentas completas, levantó un poderoso ejército bien equipado, pagado, armado y disciplinado; reorganizó la hacienda pública, restableció el tráfico mercantil por todo el reino y regularizó el servicio de correos; casi terminó con la revolución.
          Era hombre resuelto y sin escrúpulos, cruel y sanguinario, se hacía temer; consecuentó los abusos y robos de sus comandantes, siempre y cuando sirvieran con efectividad a la causa realista. Fue amigo y protector de Iturbide, quien se hizo odioso en El Bajío por las depredaciones que cometió. Calleja, con las medidas brutales que dictó, se hizo también odioso, aun para los mismos realistas que lo acusaban de ser la causa principal por la que seguían en armas algunas partidas de insurgentes después de la muerte de Morelos. Las quejas contra el gobierno dictatorial de Calleja fueron escuchadas en Cádiz, por lo que fue relevado del gobierno virreinal el 20 de septiembre de 1816 y regresó a España, donde se le dió el título de conde de Calderón y las grandes cruces de Isabel la Católica y San Hermenegildo. Recibió el mando militar de Andalucía y fue gobernador de Cádiz, se encargó de organizar un ejército para una expedición a América. Le tocó la rebelión de Rafael Riego, que lo hizo prisionero. En Mallorca tuvo la ciudad por cárcel hasta 1823, en que volvió al servicio como comandante en Valencia hasta su muerte acaecida el 24 de julio de 1828.




Sexagésimo primer virrey
JUAN RUÍZ DE APODACA
(Conde del Venadito)
(1816-1821)




          Nació en Cádiz el 3 de febrero de 1754. Hijo de familia de comerciantes acomodados, ingresó en la Armada como guardia marina y tomó parte en la campaña contra los piratas argelinos, ascendiendo a alférez de fragata; estuvo en la América del Sur y en Inglaterra. De 1781 a 1790 fue comandante de navíos de línea y después se encargó de las obras de reconstrucción de la dársena de Terragona. En octubre de 1802 fue nombrado comandante del arsenal de Cartagena, ya como jefe de escuadra, e hizo mejoras de gran importancia. Cuando sobrevino la invasión napoleónica tomó a su cargo la exigua flota espñola, cuya parte poderosa había sido destruida en la batalla de Trafalgar. Fue embajador plenipotenciario en Inglaterra y ejerció el cargo de capitán general de La Florida y de Cuba, el que desempeñó con tacto y recto criterio. Por sus servicios distinguidos fue agraciado con las cruces militares de San Fernando y San Hermenegildo.
          Aunque fue nombrado virrey de la Nueva España desde principios de 1816, hasta el 20 de septiembre del mismo año recibió el mando de manos del conde de Calderón, en los momentos en que el país se encontraba en estado de turbulencia. El nuevo virrey ofreció el indulto a los insurrectos. El carácter de Apodaca, inclinado a la compensión y a la clemencia, produjo muy buenos resultados. Muchos insurgentes aceptaron el perdón, dio la orden de que por ningún motivo se fusilase a quienes cayeran prisioneros. Prohibió que los muchachos volaran "papalotes", porque eso representaba un serio peligro ya que lo hacían desde las azoteas; revisó las cuentas y encontró que Calleja las había llevado con mucho cuidado; suspendió los empréstitos y sólo se sujetó a la recaudación de aduanas, impuestos y otras cuentas normales de la hacienda.
          La sociedad en general sintió simpatía por el virrey y parecía que la revolución iba apagándose por completo cuando se supo en México que el día 17 de abril de 1817 había desembarcado el caudillo liberal español don Xavier Mina, en Soto la Marina, de donde se puso en marcha con 308 voluntarios hacia el interior del país, para unirse a los insurgentes del Fuerte del Sombrero. Apodaca envió contra Mina y sus aliados una fuerte columna al mando del mariscal de campo don Pascual Liñán, quien después de una activísima campaña hizo prisionero a don Xavier Mina en el rancho del Venadito, cerca de Silao. Por esa victoria y siguiendo la costumbre napoleónica tan en boga, el virrey recibió el título de conde del Venadito, del cual muchos se burlaron.
          Recibió el flamante conde instrucciones de redoblar la vigilancia de las costas, porque se sabía que los marineros ingleses Cochrane y Wilson alistaban una expedición a la Nueva España; algunos insurrectos mexicanos reunidos en Nueva York y en Matagorda compraron un barco armado, con el que amenzaban el comercio de cabotaje en el Golfo de México, capturaron a una goleta armada por el comercio de Veracruz e hicieron fusilar al capitán. Como los ingleses y franceses, después de las guerras napoleónicas, se ocuparon mucho en ayudar a la independencia de las posesiones españolas, España estableció tres consulados en los Estados Unidos, que se encargaban de sus negocios y también de estar alertas sobre posibles intervenciones en la Nueva España como la de Guillermo Robinson que tenía grandes proyectos para darle nuevo impulso a la revolución, empezando por apoderarse de Altamira y Tampico, donde fue hecho prisionero y remitido a Cádiz, pero logró fugarse con la ayuda de los ingleses, en Gibraltar.
          Calleja había dispuesto que el depósito de tabaco de México se convirtiese en una fortaleza a la que el pueblo ha llamado la Ciudadela, donde Apodaca hizo almacenar armas y municiones que fueron poco a poco robadas. Apodaca ordenó que el brigadier don Francisco Novella recibiese el cargo de gobernador de la Ciudadela, pero la Audiencia se opuso. A Novella no le pareció digna de su empleo esa comisión y se enemistó con el virrey, por lo que a la larga Novella se le encargó destituyera a Apodaca. Este en verdad durante su gobierno tuvo más problemas suscitados por angloamericanos e ingleses que buscaban la independencia de la Nueva España para su particular conveniencia económica y de expansión territorial desde Estados Unidos, que por los grupos de sublevados que se mantenían en algunos fuertes en El Bajío, Veracruz y en el sur, sin que representara ninguno un serio problema.
          El 1º de enero de 1820 estalló en un lugar llamado Cabezas de San Juan, en la costa andaluza, la revolución el coronel don Rafael de Riego pidiendo la restauración de la Constitución de 1812 que había sido abolida por el déspota Fernando VII, quien amedrentado volvió a jurarla el 8 de marzo. Se dieron órdenes para que fuese jurada de nuevo la Constitución, en toda España y sus posesiones. En agosto el bergantín "Corza" trajo la disposición a Nueva España y Apodaca, por consejo de la Audiencia, no quería darla a conocer sino hasta que se resolviera lo que se estaba tratando en juntas secretas en la iglesia de La Profesa, las que acordaron declarar la independencia de la Nueva España para ofrecer su trono a Fernando VII y que éste gobernase en forma absoluta, sin Constitución alguna. Empero se necesitaba la acción de un jefe militar de prestigio. Entonces Apodaca propuso a Iturbide, relevándolo del proceso que se le seguía por los desmanes que había cometido en El Bajío. El general don Agustín de Iturbide recibió el mando de las tropas en el sur, al que había renunciado el coronel Armijo. Iturbide, quien tenía sus propias ambiciones, atrajo al jefe insurgente al que iba a combatir, general don Vicente Guerrero y de común acuerdo proclamaron la Independencia de México.
          El pueblo de Iguala, en el actual estado de Guerrero, fue formulado el plan que lleva su nombre, el día 2 de marzo de 1821. Se invitaba al virrey Apodaca a que se pusiera al frente del movimiento libertario. Apodaca rechazó el ofrecimiento, declaró traidor al rey a Iturbide y lo puso fuera de la ley enviando tropas a combatirlo; pero en todas partes se sublevaron esas tropas, reconociendo a Iturbide como su jefe y sumándose al movimiento libertario.
          Los realistas declararon inepto a Apodaca y el 5 de junio de ese mismo año aglunos jefes militares resolvieron destituirlo, quedando al general don Francisco Novella como encargado del mando militar y del gobierno. Apodaca fue enviado a España para que se le instruyese proceso, del cual salió absuelto; se le restituyó en el servicio y murió en Madrid el día 11 de enero de 1835, siendo capitán general de la Armada española.
















Sexagésimo segundo virrey
JUAN ODONOJÚ
(Teniente general del Ejército Real)
(1821)


Este personaje de origen irlandés nació en el puerto de Sevilla a mediados de 1762. Desde muy joven se alistó en el ejército, sirvió en él con distinción y obtuvo los grados por servicios en campaña hasta llegar al empleo de teniente general. Habiéndose distinguido en la guerra de Independencia fue nombrado por la Junta de Cádiz, ministro de la Guerra y al regreso de Fernando VII éste lo hizo su ayudante de campo. Era liberal y amigo de don Rafael de Riego, así que cuando se restableció la Constitución de 1812 se le dio el mando de las provincias andaluzas, donde demostró su gran capacidad para el ejercicio de los cargos militares.
En 1821 el gobierno español lo nombró capitán general de la Nueva España y aunque ya no con el nombramiento propiamente dicho de virrey, sí con todos los privilegios a que tenían estos gobernantes. Llegó a Veracruz el 3 de agosto, allí mismo prestó el juramento ceremonial y recibió honores de virrey. Inmediatamente quedó enterado de que casi toda la Nueva España estaba con Agustín de Iturbide. Sabía que las Cortes habían resuelto dar a las posesiones españolas de ultramar gobiernos un tanto autónomos, tal y como lo proclamaba el Plan de Iguala, aunque sin dejar de pertenecer a la Corona española, sobre todo en los aspectos político y administrativo.
Estando en Veracruz dio una proclama dirigida al pueblo de la Nueva España, en la que manifestaba sus principios liberales que había aprendido en las logias masónicas y en la efervescencia política de la península; dirigió una carta a Iturbide por conducto del teniente coronel don Manuel Gual y del capitan don Pedro Pablo Vélez, invitándolo a una conferencia en el lugar que aquél eligiera. Aceptada la proposición por el general Iturbide, se designó a la ciudad de Córdoba para la reunión. Marchó O'Donojú en un coche, acompañado por el coronel Antonio López de Santa Anna, por el camino de Jalapa, y llegó el 23 a Córdoba; al día siguiente se entrevistó con Iturbide, se pusieron de acuerdo y firmaron los tratados que llevan el nombre de esa ciudad. Fue aceptado con apenas algunas correcciones lo convenido en Iguala, habiendo la posibilidad, muy segura, de que ningún miembro de la familia Borbón aceptase la Corona de Nueva España y ésta recayera en el propio Iturbide.
Los jefes españoles no aceptaron desde luego lo contenido en los Tratados de Córdoba, desconocieron la autoridad de O'Donojú y ocuparon militarmente las plazas de México y Veracruz, la fortaleza de San Carlos de Perote y el castillo de San Diego en Acapulco. Bloqueadas esas plazas se rindieron, menos la de Veracruz. El coronel Santa Anna, con la tropa a sus órdenes, atacó al brigadier Garíca Dávila que con su guarnición se estableció en San Juan de Ulúa, donde iba a durar cuatro años. El general don Francisco Novella se encontraba prácticamente sitiado en la capital por el Ejército de las Tres Garantías al mando de los generales don Vicente Guerro y don Nicolás Bravo, porque se negaba a reconocer como valederos los Tratados de Córdoba. O'Donojú simplemente le exigía que lo reconociera como autoridad, argumentando que el general Novella no tenía cargo legal alguno puesto que se había hecho del gobierno destituyendo a Apodaca con una rebelión.
El 13 de septiembre se concertó una reunión en la hacienda de La Patera, cercana a la Villa de Guadalupe, entre Iturbide, O'Donojú y Novella; allí acordaron de inmediato una suspensión de hostilidades; el 15 Novella dio a reconocer a O'Donojú como virrey y capitán general de la Nueva España y éste dispuso que las tropas realistas salieran de la capital. Cuando éstas partieron rumbo a Veracruz, el brigadier don José Joaquín de Herrera ocupó Chapultepec el 23, con la columna de granaderos y al día siguiente el general don Vicente Filisola, con 4,000 hombres, entró en México. Las tropas estacionadas en diferentes rumbos hicieron su entrada en la capital formando una columna al frente de la cual iba don Agustín de Iturbide. Era el jueves 21 de septiembre de 1821.
El Ejército Trigarante estaba formado por 7,616 infantes, 7,755 de caballería y 763 artilleros con 68 cañones. Al día siguiente se instaló la Junta Provisional Gubernativa compuesta por 34 personas, la cual después de decretar el Acta de Independencia del Imperio Mexicano, nombró una regencia compuesta por Iturbide como presidente y O'Donojú, con Manuel de la Bárcena, don José Isidro Yáñez y don Manuel Velázquez de León, quedando así consumada la Independnecia de México. O'Donojú, quien tenía 59 años, enfermó de un padecimiento pulmonar y murió el 8 de octubre de ese año, siendo sepultado con los honores de virrey en la Catedral de México.


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